Poder de decisión
Igual me acusan de aliarme con el enemigo por ser madrileña y decir lo siguiente, que les dejen decidir. Ya lo comenté en una entrada anterior, no entiendo los nacionalismos, mejor dicho no los siento, pero no soy quién para decir lo que otros deben sentir. Cataluña y España son un matrimonio que comparte cama, pero que hace tiempo no hace el amor. Y un matrimonio así o hace terapia o se divorcia. Lo que no se puede es estar con este tira y afloja toda la vida. Igual si les permitimos que decidan, deciden quedarse, igual la relación se vuelve mucho más sana. Pero obligarles a quedarse en contra de su voluntad me resulta un disparate. Por supuesto que prefiero que Cataluña se quede, porque creo que en conjunto nos enriquecemos cultural y personalmente, por supuesto que prefiero tenerlos como hermanos que como vecinos, pero no es asunto mío decidirlo.
Me resulta bastante cómico que aquellos abanderados de la democracia que se oponen a la presión de movimientos sociales escudándose en la “legitimidad” que les dieron las urnas, se cierren en banda a utilizarlas ahora. Aunque también me resulta bastante cómico que Artur Mas se ponga a defender la soberanía catalana cuando hasta hace dos días le importaba un pimiento, pero claro cuando las cuentas no salen, hay que cambiar de tema. Por suerte los catalanes que son bastante más listos que usted señor Mas, se han dado cuenta y la intención de voto hacía su partido cae como el helado de chocolate en las manos de un niño en pleno agosto.
Me considero muchas cosas, pero sobre todas las cosas me considero demócrata y para que haya democracia hay que escuchar y sobre todo dejar que la gente decida.