La realidad de la irrealidad
El curso político, ya de por sí movido, comienza este año con el telón de fondo de las elecciones catalanas a celebrar este mes. Es la manera de hacer ruido. El tabarrón de la independencia catalanista e hispanofóbica ha querido utilizar la estratagema política de una convocatoria anticipada para poder influir en las generales a celebrar en diciembre.
La coalición que busca la independencia de Cataluña no puede conseguir más que la extinción de la propia Cataluña a la que tanto quieren. Las ideas del pacto, han dinamitado de primera mano el histórico acuerdo entre Convergencia y Unió. Dicho lo cual ¿son posibles las pretensiones que se plantea la coalición pro independencia?
Es un rotundo no. Jordi Sánchez, presidente de la Asamblea Nacional Catalana otro fin en el que gastar el dinero que reclaman como colaborativo aseguró hace unos días lo mismo. Al poco, la llamada de Mas hizo desdecirse de lo dicho. La declaración supone un alegato de realidad, conocida por el secesionismo, que evita en los debates.
El caso de Mas es la reencarnación del rey patriota. Aquel a quien convencieron de que debía volverse algo y lo fue, como le ocurre a Mas con la independencia. Fagocitado por ‘Don Limpio’, el plantear las elecciones autonómicas como plebiscitarias no es más que una jugada en pro de la propaganda ruidosa del dichoso nacionalismo.
Se habla mucho del 3% y es un hecho fehaciente, que será corroborado por la justicia, la placidez con la que lo han llevado a cabo. Otro porcentaje es el número de nacionalistas independentistas que apoyarían, más allá del agit prop, una Cataluña ‘lliure’. Al margen del ruido, los métodos nunca han sido los adecuados que pasan por cambiar las leyes con el mecanismo de convencer al pueblo de que les entreguen su voto. Las conquistas nacionalistas son lo que son por los pactos de los partidos de Madrid por los gobiernos centrales. Y de aquellos vientos, estos lodos.