Doble rasero
Sé que este blog se llama Se sirve en frío porque, a mí parecer, es así como debe servirse la reflexión política; por ello les pido disculpas por adelantado. La entrada de hoy la escribo con las tripas, tripas que se me han revuelto al escuchar a nuestro «estimado» presidente Mariano Rajoy revivir las palabras que Mandela guardó durante su cautiverio «Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma». Palabras que ha tenido la desfachatez de pronunciar en su reunión con Teodoro Obiang, presidente de Guinea Ecuatorial (en un sistema dictatorial), acusado de crímenes contra la humanidad. Ahora resulta que somos amigos de África, que vamos a tenderles la mano, pero sigamos subiendo las vallas y poniendo concertinas que desgarran. Concertinas a las que no tienen el valor de llamar por su nombre, cuchillas. No queremos ayudar a África, nos interesa que África siga empobrecida, de lo único que quiere ser amigo nuestro presidente es de su petróleo. El color de piel de Obiang no molesta como si molesta el de aquellos que intentan llegar a Ceuta y Melilla, y la diferencia es que Obiang tiene dinero; doble rasero. Como dice la canción Rap contra el racismo «no mires el color de mi piel si realmente quieres ver el color de mis billetes».
Cuando alguien apunta al cielo el tonto mira al dedo, en este caso no; en este caso hay que mirar al que señala, al que acusa. Es más fácil echar la culpa de todos nuestros males al emigrante, al malvado emigrante sin contarnos que ingresan más dinero a las Arcas Públicas de lo que se llevan a través de Servicios Públicos y ayudas. Es decir, en el balance de cuentas, el Estado gana frente al emigrante, pero eso no interesa contarlo. Es mejor utilizarlo de chivo expiatorio, pedir en un precioso anuncio que no se defraude y llevarse el dinero a espuertas. Corruptos que han dejado a los Servicios Públicos famélicos, como famélicos están miles de niños en nuestro país que sólo reciben una comida al día, veamos que ocurre este verano ahora que no acuden a los comedores escolares. Nos volvemos inmunes ante la corrupción, un caso más ya no nos sorprende, sin percatarnos de las consecuencias que ello tiene en nuestras vidas, la corrupción está matando nuestros servicios públicos, nuestra sanidad, nuestra educación; para terminar matando nuestras vidas como las conocíamos hasta el momento. ¿Dónde estarán los Pro- «vida» aquí? Metiéndose en mis ovarios claro, porque defendiendo la vida de los que luchan por saltar una valla o de los niños que mueren de hambre yo no les he visto. Doble rasero.