La crisis ambiental y la madre del topo
Las grandes ciudades están estructurando las condiciones que se tendrán que cumplir respecto al control de emisiones con la introducción de una nueva señal de tráfico que afectará de una u otra manera en función del color de la etiqueta medioambiental que se lleve pegada en la luna delantera.
La normativa europea pretende reducir las emisiones perjudiciales de los motores de combustión a base de grabarlos con impuestos más altos y restricciones de circulación, para ir arrinconando estos coches e ir achatarrandolos con el objetivo de hacer una transición al coche eléctrico y ponen como fecha límite 2035.
Por este motivo es que los conductores tenemos que prestar más atención a la hora de coger el coche y circular con él, y no me estoy refiriendo a las normas de circulación, al estado de la vía, al resto de vehículos que transitan por las calles, a la jungla de radares de control de velocidad y cámaras que colonizan las carreteras y calles de las ciudades o a la circulación en general, no. Me refiero a las dichosas ZBE, es decir las Zonas de Bajas Emisiones. Hay que llevar ojos hasta en el carter para descubrir la cámara que nos va a retratar la placa de la matrícula con la correspondiente sanción, de modo que tenemos que prestar mucha más atención a las minúsculos carteles que medio informan del acceso restringidos que a la posibilidad de tener un accidente por ir pendiente de si en esa calle o en la otra no se puede acceder en función del color de nuestra etiqueta porque obviamente circulamos más pendientes de la posible sanción que del casi seguro accidente por alcance con otro vehículo que seguramente vaya tan despistado como nosotros.
Y es que los conductores hemos tenido que adaptarnos a vivir con distintos derechos y normas en función del tipo de vehículo que tengamos y la etiqueta medioambiental con la que sea asignado nuestro vehículo, sea de la marca que sea, el tipo de motor que lleve, el año de matriculación o lo que se les ocurra inventarse a las mentes pensantes que dirigen el dichoso Plan Nacional de Calidad del Aire y Protección de la Atmósfera, y ahí está la cosa, que es lo mucho o poco que contamine nuestro vehículo, excepto si somos residentes, entonces ya no pasa nada. El coche diésel de más de 20 años de un conductor que viva en el barrio de Salamanca , en la Cava Baja , en Chamberí, Malasaña o la Gran vía no contamina, solo es contaminante el vehículo del que vive en Las Rozas, Galapagar, Guadarrama, Pozuelo, Boadilla, en el barrio de Aravaca o en Villaverde alto o en Torrejón de Ardoz, que no pueden entrar a la almendra central, sopena de que asuman una sanción de 200 euros; pero por el contrario el señor residente dentro de esas ZBE, si puede conducir por estos pueblos sin que su coche diesel de más de 20 años y que expulsa al aire una cantidad ingente de Co2 sea sancionado , o sea la ley del embudo y de la etiqueta medioambiental, claro.
Así que ahora hay que ver como el fontanero, repartidor o autónomo que necesitan su vehículo para trabajar, son capaces de convencer a la DGT de que no puede cambiar su furgoneta diésel de más de 15 años porque no les llega ni para pagar el seguro, y que además deben de estar más pendientes de la tasa de dióxido de nitrógeno y demás partículas contaminantes que provienen del tráfico, que de poder ganarse el pan con su trabajo, por supuesto fuera de Madrid ,porque su coche carece de etiqueta medioambiental y sin la dichosa pegatina solo pueden circular por la M-30 pero no entrar dentro de la misma, es decir tienen prohibido entrar en Madrid excepto los residentes porque sus antiguallas no contaminan o sea patente de corso hasta 2025.
Pues aun así, las medidas se van a recrudecer más ya que a partir de 2023 tampoco podrán circular ya por la M -30 y a partir del 2024, todas las vías del ámbito territorial de Madrid estarán prohibidas. En resumen entre los distintos colores y tipos de pegatinas, el descontrol de acceso a las calles de la almendra central de Madrid, las nuevas modificaciones que pretende realizar la DGT con la modificación de las etiquetas medioambientales, el Gobierno, los fabricantes de automóviles, los grupos ecologistas, los conductores y la madre del topo, agárrense que vienen curvas.