EL TIEMPO QUE NOS ESPERA – Editorial Septiembre
Vivimos el último tramo de un verano en el que mayoritariamente nos hemos podido desenvolver con la normalidad de antes de la pandemia, pero, aunque con sigilo, sin estridencias, en un muy secundario plano de la información, gota a gota, lágrima a lágrima, el COVID-19 ha seguido causando bajas, demasiadas, hasta rozar ya, oficialmente, los 113.000 fallecidos (cifra equivalente toda la población de la ciudad de Jaén).
Con la opción de nuevas dosis en el horizonte, caminamos hacia un otoño sin “grupos burbuja” en los colegios, ni restricciones, pero no bajemos la guardia.
Sobrevivimos día a día con una inflación por las nubes que a muchos les impide ya adquirir numerosos productos básicos, convertidos de pronto en artículos de “lujo”.
Los carburantes, especialmente el gasóleo, pese al descuento acordado por el Gobierno (que sólo en dos meses ha recaudado 1.800 millones por el impuesto especial a las gasolinas), han sido y siguen siendo una carga general, mayor para quienes se ganan la vida en el transporte de mercancías y viajeros.
Ha sido un verano catastrófico en cuanto al número y las consecuencias de los incendios, muchos de ellos provocados, a lo largo y ancho de la geografía española; más de 60.000 hectáreas en la segunda semana de agosto y casi 300.000 en lo que va de año, el peor de los últimos 15.
Bosques, cultivos y granjas quedaron arrasados por el fuego; cerca de 24.000 personas tuvieron que ser desalojadas de sus viviendas, algunas lo perdieron absolutamente todo y se produjeron al menos dos muertes.
La escasez de lluvias, por más que puntualmente se abrieran los cielos en tromba, ha ido vaciando nuestros embalses y ya son numerosas las localidades que sufren las restricciones y los cortes del suministro.
El gas y la luz, por libre, no se han parado ante las decisiones del Gobierno convirtiéndose en una “piedra” más en la mochila de muchas familias; la rebaja del IVA, reclamada por la oposición y exhibida como idea propia por quien nos gobierna, dará a algunos la posibilidad de adquirir aceite, patatas y huevos.
Nos repiten aquello de “en España la ley se cumple”, pero vemos que el Gobierno de la Comunidad Autónoma catalana no acata la sentencia del Supremo que ordena impartir un 25% de las clases en castellano; a las puertas del nuevo curso, resulta inadmisible que un buen número de niños españoles, residentes en Cataluña, no puedan estudiar en su lengua.
Dará el Gobierno un inmerecido indulto a su “colega” Griñán por más que eso suponga el “trasvase” de otro puñado de votos hacia la oposición y nuevos abucheos para su “jefe de filas”; algo que tiene garantizado cada vez que pisa las calles lejos de los grupos de incondicionales que le ponen para “lucirse”.
Afortunadamente, sobrevive Cristina Fernández de Kirchner a un torpe atentado que muchos ponen en duda y podrá defenderse de diversas causas por corrupción, por una de las cuales el fiscal federal pide 12 años de cárcel.
Putin, empecinado en “su” guerra, lleva 200 días tratando de doblegar a Ucrania por medio de la destrucción indiscriminada y aunque en estos días los niños vuelven a la escuela, son más de e han superado los 7 millones de ucranianos que se han visto forzados a abandonar un país que tardará décadas en recuperarse del desastre.
Parece una buena idea, pero Francia no ve bien un gasoducto hacia Europa si no controla la llave de paso (ahora la tiene Putin) y si la UE no lo financia.
Muchos se han lanzado a la compra de estufas y leña con la vista puesta en un duro y largo invierno con el gas por las nubes y pese al calor desempolvan ya las mantas zamoranas, pijamas de felpa, ropas de abrigo…
Y mientras empezamos a ser conscientes del tiempo que nos espera, más allá de lo climatológico, podemos gritar “bienaventurados quienes sufren el síndrome postvacacional” porque ellos no son uno de los 2.924.240 parados.