EDITORIAL CN 91 – Europa, Putin y el pánico nuclear

En este mes se cumplen 60 años de una confrontación política conocida como la Crisis de los Misiles en Cuba que estuvo a punto de situar en el abismo nuclear al mundo. Un conflicto diplomático entre los Estados Unidos, la extinta  Unión Soviética y la  Cuba de Fidel Castro, que instigado por Nikita Jrushchov se dejó convencer para la instalación de misiles balísticos en la Cuba y que generó el problema a partir del conocimiento por parte de Estados Unidos de la existencia de bases de misiles nucleares de alcance medio del ejército soviético en la isla con el beneplácito del Gobierno de La Habana.


Hoy se suscita una situación similar pero con más potencia nuclear y la amenaza se resucita desde la punta este del planeta, Ucrania, donde Putin se ha cebado tomándose una justicia divina en forma de una guerra sin sentido a modo de venganza, suponemos que para lamer las heridas aún abiertas de la humillación sufrida por la URSS al perder la Guerra Fría.


El presidente ruso ya ha amenazado / advertido en varias ocasiones no son fanfarronadas y que está dispuesto a recoger rédito de su fallida y apresurada guerra contra Kiev y que estará dispuesto a apretar el botón rojo sin más miramiento y sin valorar el coste social, político, económico y humano. Ahora Putin se encuentra acorralado en su país en donde su propio pueblo le está poniendo por primera vez en tela de juicio. Ahora juega a ser Dios poniendo sus armas atómicas de destrucción masiva sobre la mesa, incluido el “Arma del Apocalipsis”, el super torpedo Poseidón instalado a bordo del submarino nuclear K 329 Belgorod, y amenaza a Occidente que sin duda debe de sopesar una contundente respuesta por compleja que sea.


El viejo continente debe de tomar soluciones firmes de inmediato ya que si la respuesta occidental es débil ante la amenaza bravucona de Putin, ya que esto puede ser interpretado por otras dictaduras como una clara señal de que para hacer valer sus intereses geopolíticos el arma atómica sería una buena idea de presión.


Para ello las alternativas que se barajan son un hipotético ataque con armas nucleares tácticas más pequeñas y que pueden ser lanzadas en aviones o misiles. Por un lado, una respuesta no militar en forma de asfixia económica total y el aislamiento mundial de Rusia, a la que esta vez sí podrían sumarse sus aliados, como India y China, ante la escala de la amenaza. Otra sería una represalia masiva con armas convencionales.
O finalmente una tercera opción que sería mucho más devastadora que es el pagar con la misma moneda, un ojo por ojo nuclear. El gran inconveniente de las dos primeras alternativas es que si no son lo resultasen lo bastante contundentes, podrían ser utilizadas en su contra por otros países con poder atómico. Y la tercera opción es aún más peligrosa, porque colocaría al mundo ante una Tercera Guerra Mundial.

Una buena solución hubiera sido que Putin hubiese hecho caso de lo que algunos “amigos”, como China, o India le aconsejaron aprovechando la coyuntura del Foro de Shangai en donde le advirtieron de que no es buen momento para una mantener una guerra; incluso el presidente turco Erdogan ahora le reclama la devolución de los territorios arrebatados al Gobierno de Kiev.


Sin embargo la respuesta del nuevo Zar de las Rusias, no ha sido otra que una presurosa huida hacia delante, decretando la movilización parcial de 3.000 reservistas y la celebración de referéndums ficticios en las zonas ocupadas desde 2014 como son Donetsk y Lugansk y Zaporiyia y Jersón  anexionadas a modo de conquista este pasado febrero, con el objetivo recuperarlas y establecer en torno a ellas una frontera nuclear de manera que disuada a las tropas de Kiev y a sus aliados occidentales a intentar recuperarlas anteponiendo el grave riesgo de pánico nuclear en Europa y evitar que otra ofensiva ucraniana le arrebate mas kilómetros de territorio ocupado por Rusia en una guerra que en principio iba a durar menos de una semana y van ya mas de siete meses de conflicto bélico del que ya el pueblo ruso está harto y quiere que acabe esta situación de la que ya son claro exponente las repetidas protestas callejeras y la huida del país de miles de ciudadanos rusos ante el pavor de que les llamen a filas sabedores de que el Kremnlin a mandado a la muerte a más de 6.000 soldados. Ahora los ciudadanos rusos empiezan a pensar si alejar a su presidente del poder sería la solución definitiva.