Sporting 0-0 Real Madrid: Sin ideas, sin gol
No fue un privilegio técnico pero sí de ganas. La posición en el campo fue de 10. El no rifar el balón fue un mandamiento. Y aunque parezca que todo lo anterior son unos méritos achacables a un recién estrenado equipo de Benítez, es la pura descripción del Sporting del Pitu Abelardo. Sin complejos, ni falta que hacen. Conociendo al técnico y a los precedentes, querríamos no cuestionarnos lo cuestionable: si en todos los partidos el Sporting hará esto. Me mojo y me calo: sí.
Apostadas las copas, que es motivo suficiente para ver el fútbol, diremos que fue uno de los empates a cero más entretenidos que recordamos. Uno se da cuenta de que un empate a cero cuenta como partido cuando habla después de él. El encuentro de ayer posicionaba a Bale y a Cristiano exactamente donde querían Bale y Cristiano lo que presupone que la democracia participativa también ha calado en los vestuarios.
Deshilvanado el populismo, el partido presuponía un gol blanco que se ahogó en la realidad de los 90 minutos. Fue un marcaje al hombre del Sporting que agotó las iniciativas. El Real Madrid espesaba y, al margen del recorte-disparo de Cristiano, echaba en falta a James y de más a Jesé. Ni siquiera el impenitente Modric, ni Isco, ni Marcelo. Nada. Idas y venidas. En eso nos levantamos de la silla y nos pegó la sidra. En el larguero. Fue un cabezazo de Sanabria que botó como gol fantasma que no fue y en la jugada siguiente Ronaldo reclamó un penalti que sí pero que Estrada Fernández no vio y que alimentará la semana de tertulias, tan necesarias ellas.
En la segunda parte, la salida de James y Kovacic al Molinón acorraló a un Sporting que se hacía chiquitito en los embistes y grandioso en los marcajes. El peligro lo acarreó un Cristiano en su versión más individualista que, dicho sea de paso, era la única opción blanca para la victoria. De hecho lo hubiera sido de no toparse con un magistral Cuéllar que blocó un disparo a palo cambiado que olía a gol y que remachó con una mueca rojiblanca. Doblemente rojiblanca.
Los minutos de añadido se antojaron demasiado para una afición que regresa a primera con un equipo histórico a lo grande: robando puntos al primer de los todopoderosos que pasan por el Molinón. El pitido entregó abrazos para el Sporting y reflexiones para los de Benítez. A unos les queda mucha guerra de guerrillas y otros lucharán en la cercanía por posicionar los tanques. Benditas guerras estas.
Darío Novo