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Neymar sentencia y el Barça buscará la quinta en Berlín

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Quizá la mejor manera de explicar lo de ayer y lo de la eliminatoria en general pueda llevarnos a Maquiavelo. En realidad, el fútbol es una de esas actividades –quizá la única en que se pueda manifestar públicamente- en la que el fin justifique los medios. De este modo, podemos decir sin rubor que el Barça cayó por todo lo alto, clasificándose para la final y coronando de nuevo a Messi que hace tiempo que no es príncipe sino rey. Rey de reyes, para ser más exactos.

Y eso que los primeros minutos del Bayern calmaron ímpetus y confianzas transmitiendo, una vez más, por qué la Champions es la mejor competición del mundo. Los de Guardiola impusieron un ritmo frenético de inicio y de marcaje al hombre. Habiendo sido lo segundo un común en los dos partidos, llegaremos a la fugaz conclusión de que en la ida les faltó lo primero. Un cabezazo de Benatia a los 7 minutos, perfecto, imparable, alegró las esperanzas del Allianz y despertó a Ter Stegen con unos platillos como para siempre.

Estas cosas suelen durar lo que quiere Messi que duren, que fue poco. Un pase entre líneas de magia sin mangas asistió a Suárez que tomó la espalda a la defensa del Bayern como quien pide cerveza en cubo: sin resistencia. El uruguayo demostró que el egoísmo no existe cediendo el pase a Neymar en el que se leía gol. Y lo fue. Y lean el párrafo otra vez, porque de un modo calcado, solidario y eficaz, todo se repitió en el 29 como en el 15, con los mismos protagonistas, con sigilo depredador.

La cuesta para el Bayern fue insalvable. Pese a ello, el espíritu alemán se mantiene y renace. Pero hay algo contra lo que nunca podrá luchar un alemán: contra otro alemán. Ter Stegen se hizo el dueño de los espacios y paró todo y más. Para el recuerdo y los vídeos homenaje, quedará el disparo de Lewandowsky que sonaba a imparable y que recogió de la misma línea cuando el ojo de halcón dudaba, pero el portero no.

Relax

La segunda parte fue una tregua firmada y confirmada. Lewandowsky y Muller pusieron el 3-2 pero para el global quedaba un abismo, una eternidad, un Messi. Es en estos momentos cuando queremos hacer introspección y pensar si, con el gol alemán en el 74 podían seguir soñando y todos sufriendo.

Sea como sea, no fue así. Las posibilidades, la introspección y el fútbol murieron conforme morían los minutos. Fueron 180 de los que al Bayern decidió jugar solo 90. Y con las bestias se paga. Con el pitido, los azulgranas, ayer de amarillo, se abrazaron y pensaron que, con lo que llevan de temporada ya está bien de tanto viaje. Esos jugadores volvieron en avión a Barcelona pero dejaron sus sueños en Munich que es una ciudad que anda mucho más cerca de la copa que busca dueño en Berlín.

Darío Novo