Etapa 3: Froome se viste de amarillo y Purito vence en el Muro de Huy
Quizá no exista un sonido peor en todo el deporte y sea una sensación parecida a ver pasar tu vida en un segundo o quizá sea mejor equipararlo a la realidad que es ver pasar muchas vidas en un segundo. La caída de ayer nos dolió en el sillón y tenemos raspones en las retinas.
Un afilador, un hombre al suelo a una velocidad endiablada y el resto se tradujo en maillots rotos, vueltas de campana, traumatismos craneoencefálicos, sonido de hierros, sangre, ambulacias, pinganillos, bicicletas rotas y claxons. Cuatro corredores abandonaron por la caída a 60 kilómetros de la meta cuando se enfilaba el final de la Flecha-Valona.
Los anuncios de los nombres que abandonaban goteaban y sonaban como niños perdidos en un centro comercial. Fueron Tom Dumoulin, Simon Gerrans, William Bonnet y Dmitry Kozontchuk. El director de carrera, con su fama de señorita Rotenmeyer, neutralizó la carrera ante la ausencia de ambulancias que siguieran al pelotón. La televisiones se centraron en ese momento en Fabian Cancellara, con visibles gestos de dolor y magulladuras.
De hecho, tras la caída, sus gestos eran inequívocos de mareo, incapaz de seguir los dedos de un sanitario con la vista: el maillot amarillo brillaba menos. Sirva esto para lanzar un alegato en nombre de estos héroes de dos ruedas. Porque a media tarde, Cancellara anunciaba su adiós al Tour y se confirmaba que había hecho los 60 kilómetros con dos vértebras fracturadas, su coraje y su casta y que el ciclista está hecho de la misma materia que los sueños.
Con 50 kilómetros por delante y dos puertos de cuarta categoría, tras un periodo de desinformación general, la carrera fue lanzándose como un balón en una cuesta. Los Tinkoff volvieron a mostrar sus ganas de fiesta y cortaron el pelotón con un abanico algo más fráagiil que el del día anterior aunque en el corte y, bien situados, estaban todos los favoritos menos Froome.
Tras la unificación, la endiablada velocidad marcó los últimos compases de la etapa y el Muro de Huy. El último kilómetro fue una pelea por la colocación en carrera. En un momento de ese ascenso, y vengativo, Purito Rodríguez impuso su ritmo de subida que tan bien le viene en llegadas de este tipo. Tras él Froome, fiel a su potenciómetro. Y detrás lo demás.
Nairo Quintana, Valverde, Van Garderen y Nibali fueron de la mano mientras Contador cedía. En ese momento las rampas se nos hicieron más duras que nunca. De un lado el de Pinto atragantado, de otro las cámaras del final señalaban a un amenazante Froome tras Purito cuando se visualizaba la meta. Pero no hubo remontada y Joaquim alzó los brazos y todos un poco con él.
Tampoco hubo remontada de Alberto Contador que perdió en meta 18 segundos más los 6 de la bonificación con Froome, que se vistió de amarillo, y 7 segundos con el resto de favoritos. El Tour se acerca hoy al pavés, con un aroma ligero a Astana, barro y dificultad con la pretensión conjunta de expulsar a ese sonido maldito de ayer y del 2014 que habla y grita por si mismo, magulla al deporte y araña nuestras retinas.
Darío Novo