Etapa 10: De Froome, al cielo
A los reticentes a la aplicación de las nuevas tecnologías en los deportes que siempre vimos como muy viriles, solo hay una cosa que nos de más miedo que el uso e implantación de una máquina: el uso de dos. Una suma así sucedió ayer en el ascenso a la Pierre-Saint-Martin y, salvo debacle, sentenció un Tour que creímos igualado, firmamos igualado, deseamos igualado y duró exactamente lo que Froome y el Sky han querido.
Es la manera de montar de Froome contraria al espectáculo pero muy efectiva. Un ciclismo en binario en el que la máquina le indica al hombre bajo ese pequeño reloj perfecto que es el potenciómetro. De ese modo el brítanico sobre la bici baila flamenco como lo que es: un británico. Sus patadas a los pedales asustan y no queremos pensar qué pasará por esa cabeza gacha de la que solo vemos un casco, cuando decide atacar a sus rivales.
Sin embargo no todo fue así. Al comienzo pensamos de hecho que iba a haber mucho ruido. El Movistar tensó el ascenso hasta lograr poner al pelotón en fila de a uno casi en las primeras rampas cuando hay que cambiar el el plato de tanto día en línea. Valverde arreó dos zurriagazos que sirvieron más para medir que para pegar. Incluso, en ellos, nos hicimos con la ilusión y gritamos desde el sofá un manido ¡sí se puede!
El error del Movistar pudo estar ahí, en no probar más a Froome. En que el pinganillo por el que Nairo Quintana mantenía una conference call no diera la instrucción de darle otra y otra y otra más a Froome tras los ataques del ‘Bala’.
Quien sí atacó fue Richie Porte que se llevó a su líder y a su rueda a Nairo. Es en estas etapas cuando uno quiere a su lado a gente como Porte que es de esos colegas que inician trifulcas, se pelean y, cuando uno quiere entrar en acción, ya han hecho hasta las paces. En un momento de esos, el potenciómetro de Froome indicó que era el momento y no hubo vuelta atrás.
Nairo salio tras él, pero el hueco entre ambos aumentaba y aumentaba y nos dieron ganas de empujar un poco al colombiano. Por detrás la lucha era de soldados heridos. Contador rompió y se nos hizo eterno. Nibali se había quedado a las primeras de cambio y olía a minutada. Pinot tuvo su 14 de julio más amargo. Y todo así.
Quintana, a quien Porte birló el segundo puesto y la bonificación, perdió 59 segundos; Valverde, 2.01; Van Garderen, 2.30; Contador, 2.51; Nibali, 4.25. Tal fue así la escabechina. Justo esos tiempos pero antes, el amarillo de Froome pasó por la meta. Fue entonces por primera vez cuando le vimos alzar la cabeza y los brazos al cielo, sin saber muy bien si su inquietante mirada buscaba un ordenador que le corroborase la victoria o si vislumbraba lejos pero muy cerca el podium soñado de París.
Darío Novo