España 1-0 Ucrania: Victoria sin brillo
Los parones por selecciones empiezan a ser la casa en la playa que nunca tuvimos. Cumplido el sueño del relax, la selección española fue nuestro amor de verano. El pasado en concreto volvió con una estrella en forma de foto que recordaba lo guapa y esplendorosa que fue en otro tiempo, mostrándonos sus rasgos faciales y aquella sonrisa tan suya, tan nuestra.
Los reencuentros ocasionales como el de ayer ni siquiera sirven para calmar la fogosidad. Fue un encuentro insulso, amilanado por la propia situación, una penitencia en la mismísima Semana Santa de Sevilla. De rescatar algo, será esa dupla de la doble I, la de Isco e Iniesta, que durante unos minutos de la primera parte se adueñó de los abrazos que queremos que nos queden por dar.
Ganamos y quizá eso sea lo mejor del partido. Morata había sido el hombre elegido por Vicente del Bosque para ese puesto de ataque que empieza a ser una condena. Cumplió. Elevó el balón por encima de Pyatov cuando se caía y el balón lloró la red. El balón vino servido al primer toque por Koke, marca de la casa, un jugador que piensa más rápido que el resto y ejecuta las acciones con una caricia casi existencial.
Y luego, la nada. Sergio Ramos estrelló un cabezazo suyo, de los de manual, en la cruceta. Especialmente vistosa es la manera en la que se deshace de su marcador, salta y marca los tiempos. Entonces España se apagó y volvió a ser la del Mundial de Brasil, la de juego inexistente, la desesperante, la que deja jugar en su campo sin presión.
Ucrania –un alma cándida- perdonó lo que tuvo. Casillas desvió un lanzamiento que el mismo había asistido a Rotan y Tymoschuk hizo honor a su nombre como de misil y lanzó uno que paralizó corazones. Los tres puntos son un paso adelante para las vacaciones de 2016 que, como cada dos años, haremos fuera de nuestra casa de verano. Contaremos con que ella también acuda aunque no sabemos, a día de hoy, si como novia de verano o como frágil pretendiente.
Darío Novo