Bayer Leverkusen 1-0 Atlético de Madrid: Siempre nos quedará Madrid
Las maletas del Atlético de Madrid facturaron al regreso de Alemania una derrota y un suspiro. Todo quedará para el Calderón, dicen los que saben. Lejos queda lo que pasará y escuecen aun las heridas de lo de anoche. Otro partido aciago de los que tan poco acostumbrados nos tiene Simeone pero demasiado cerca de Vigo como para no preocuparse, llamar la atención, que nos piquen el timbre en plena siesta.
Y como en Balaídos, el demérito del Atleti se unió al buen hacer del equipo local. La presión, el ataque y aquello que el rubikon del periodismo deportivo no acuerda si es lucha o violencia lo ganó el Bayer que, por consiguiente, se llevó el partido. Ocurre muy de tarde en tarde pero ocurre. El Atlético de Madrid del ‘Cholo’ no fue el año pasado el mejor de los equipos pero siempre jugó con un vértice de intensidad superior a los rivales. Cuando no fue así, perdió. Exactamente eso es lo que sucedió ayer.
Lucha
Desde el inicio, el Bayer lanzó su hándicap: el miedo a no tutear. Una decisión dolorosa y eficaz. El Atlético de Madrid volvió de nuevo a buscar en su pro a Griezmann, superior pero menos conciso que otras veces. Sin embargo, bien pronto se notó que el día estaba nublado. Hacer hincapié en la banda de Siqueira, la añoranza de Filipe Luis estos días y Saúl, que quizá se dio cuenta como se juega en el patio de los mayores.
Por allí también estaba Mandzukic, un luchador omnipresente. Debajo de los palos de Moyá –“ha tenido un par de salidas casillescas” me escribieron por Whatsapp y lo suscribó- el croata sacó lo que pudo ser el uno a cero. La ocasión fue fruto de un córner y un barullo en el área que Spahic aprovechó. Un toque de espuela y un balón que se encaminaba a la línea de gol.
Minutos después sonarían el travesaño y las sirenas sirenas de bombardeo al equipo rojiblanco. Fue el propio Spahic, el que de un chut seco, duro y fuerte puso el uy en la grada y la posterior inspiración de los atléticos. Ahí descubrimos a un Bayer irónico, una mezcla de elementos caros, juego vistoso, fútbol kamikaze y nos dimos cuenta de por qué nos gusta la Champions.
La mejor ocasión Atlética llegaría antes del descanso. Un remate de Turan, fue repelido. Por allí andaba Tiago, tan voluntarioso y trabajador, que arrojó lo que parecía ser un gol de los suyos, de los importantes, del KH7 que desatasca tuberías. Una manopla de Leno desbarató la opción y dio paso al descanso con las sustituciones de Siqueira por Gámez y Saúl por Raúl García antes del pitido. Un guion inesperado.
Palo
La segunda parte fue más de lo mismo y en estos días huele a tragedia. Una buena jugada de Bellarabi, dejó el balón muerto a su derecha para la entrada de Calhanoglu. Un recorte y un disparo durísimo, con aroma germano y rabia contenida de lo que no pudo ser en la primera parte, batió a Moyá. Imparable. Quedaban 33 minutos, aun.
Lo demás calcó la primera mitad. El Bayer ganaba en intensidad pero el Atleti siempre vuelve lo que en estas ocasiones se llama balón parado. En un córner, botado por Griezmann, el balón se paseó por la misma línea del gol sin aparente resistencia. En ella, un incorporado Fernando Torres (había sustituido a Turan el día que el turco, fiel a su magia, no renunció a su recital de fútbol Harlem Globetrotters tan innecesario ayer) remató de cabeza a la red. Una bandera al aire chivó que el esférico había salido, que el gol estaba anulado, que la pesadilla era real.
A partir de ahí el Atleti perdió a Tiago –unido a la amarilla de Godín por acumulación- para la vuelta por doble amarilla y ganó un respiro. Miramos alrededor y pensamos quizá en lo que cuestan los malos días en Alemania y en Europa en general. Un pitido, aire fresco, 90 minutos por delante y una palabra que nos acompañará en las próximas tres semanas a modo de eco: remontada, remontada.
Darío Novo.