Atlético de Madrid 3-1 Rayo Vallecano: Doblete y galones para Griezmann
Será de recibo de inicio aplaudir a Jémez y no por el simple hecho de serlo. No renunciar al estilo nunca marca un antes y un después pero sobre todo marca una manera de creer en un mundo necesitado de héroes conceptuales. Dicho lo cual, Paco y su conjunto se presentaron en el Calderón como aquel tipo que, con un guantazo en la cara, desafiaba a Los Simpsons a un reto.
Lo demás sería una crónica de una muerte anunciada que supone jugar a día de hoy con alguno de los grandes con desparpajo, sí, pero sobre todo con la defensa más adelantada de la cuenta. Simeone sabía de las agallas de Jémez y de su gusto al buen gusto suicida y planteó el partido con un trivote ofensivo que no tardaría en dar sus frutos.
Los frutos en concreto fueron recogidos por Griezmann aunque venían vareados por Ze Castro. De una pérdida del rayista, vendría una de las galopadas del día de ayer de Griezmann. Cuando el chico se pone a correr, no hay quien le pare, es cierto. Pero a esto, en los últimos partidos, le ha sumado una resolución que recuerda a sus mejores días en la Real Sociedad: disparo dirigido según la posición del portero, fútbol sencillo, la letra clara. Apenas era el minuto 12 de partido cuando Toño no llegó al balón y el joven francés, que habla argentino en la intimidad, colocó el uno a cero y la senda del triunfo.
El segundo gol sería más de lo mismo. Tras una ocasión de Manucho, la pelota llegaría a Mandzukic, el amigo que siempre defiende, una especie de ‘Primo de Zumosol’, que prolongó de un cabezazo para la carrera de Griezmann, para su finalización, para pensar hacer pensar al Calderón que la remontada del miércoles es posible y lo que podía quedar por hacer ayer que, dicho sea de paso, ya no fue demasiado.
Constancia
El buen hacer del Rayo suele tener sus recompensas, mucho más allá de la imagen y las buenas formas innegables e intrínsecas del equipo de la barriada popular. A menudo, hablar de fútbol en el Rayo Vallecano es hablar de Trashorras que ayer fue el autor del gol. La jugada vino precedida de un error de Juanfran que, dicho sea de paso, firmó uno de sus partidos más pobres de los últimos tiempos como rojiblanco pecado este redimido por una abrumadora mayoría de aciertos. Kakuta puso el balón en la frontal para que Roberto Trashorras recortara y disparara, duro, seco, al palo. La estirada de Moyá no fue suficiente y el Rayo entonces soñó con el empate con 65 minutos por delante.
En el descanso alguien frotó la lámpara y de ella salió, de nuevo, Arda Turan. El turco ha comenzado a tener en el Calderón una especie de aureola que convierte su fútbol en magia y su toque en un profundo silencio. La manera de parar el balón es una de ellas pero lo es, sobre todo, cuando se pone voluntarioso cuando el de Bayrampasa deja enmudecidos hasta a la gente que pasea por allí. Ayer fue un taconazo de libro, de manual, el que dejó para la retina, para los resúmenes, para cuando veamos pasar la vida en un segundo.
K.O.
La sentencia rayista llegaría cavada como quien cava su propia tumba. Vino, cómo no, de un balón parado. El centro fue de Griezmann y Manucho remató con el muslo a su propia puerta. Imparable, pero en dolorosa portería equivocada. Los jugadores rojiblancos fueron a abrazar a Giménez que peleaba con Manucho y él se apresuró a negar con el dedo. Una colleja de Gabi le recordó que, de vez en cuando, hay que ser feliz.
Después de esto no hubo mucho más. Torres se incorporó a la fiesta en el 70 lo que con los espacios que dejaba el Rayo pudo parecer que era un tercio de picadores. Griezmann la tuvo y el propio Torres también pero su recorte salió rana y Toño le ganó la partida por lo bajo cuando las gradas del Vicente Calderón levantaban los brazos acodados cantando el casi gol que no llegó.
La buena imagen de los de Simeone fue guerra en el partido y paz para después. Ese aire fresco a coger después de arrojar el bucal y las escasas magulladuras que permitirán preparar el siguiente combate como los púgiles de hierro: con estrategia y motivación. Eso será el miércoles bajo un lema marcado a sangre y fuego, seña de identidad de la casa: “y ganar, y ganar, y volver a ganar”.
Darío Novo