Atlético de Madrid 1-0 UD Las Palmas: Griezmann otorga una victoria sin brillo
Si el Atleti dejó una verdad absoluta ayer es la complicación de quitarse la arena de la playa de los pies. Esta barrera física y psicológica nos iguala a los de los sueldos millonarios solo que ellos pasaron las vacaciones en yates y nosotros en sudorosas pedalinas. Es por ello que hace tiempo que en España en los meses cercanos al verano, los anteriores y posteriores, los oficinistas pasan a la media jornda como periodo de adptación pre y post traumática.
Llegado el caso podremos decir que el periodo de adaptación de la pretemporada a los puntos del Atlético de Madrid lo marcó el calendario que fue benévolo con él y decidió como primer choque un partido ante un recién ascendido. Un partido, por cierto, ganado y perdido por inercia cumpliendo las leyes de la física que, en estos casos, ha reinventado el Profe Ortega.
Los primeros minutos de encuentro dispusieron de lo que hay y los últimos de lo que puede haber. Simeone no negocia el esfuerzo pero tampoco el 4-4-2 cuya línea central y desde el máximo de los respetos a una bien plantada Unión Deportiva Las Palmas se nos mostró excesivo. El entuerto fue resuelto en muchas ocasiones por Óliver Torres que gira sobre sí mismo con la clase de un danzador de ballet manteniendo la visión de posición de sus compañeros como un GPS. Clásico y moderno él.
El primer gol del Atleti enlazó con parte de la temporada pasada en nombre y forma. Fue a balón parado y fue Griezmann. En una falta botada a 5 metros de la frontal del área y escorada a la derecha, el galo hizo valer su calidad para enviar el balón a la red en un tanto que juridicamente debemos otorgar, por colaboración necesaria al 50%, a Raúl Lizoain.
El conjunto rojiblanco se hizo dueño del balón pero sin ideas claras con una gran ruptura entre el centro del campo y la línea de arriba que auguraba buenas ideas pero poca madurez. Las ocasiones de peligro volvieron a asomar por las bandas del omnipresente Juanfran y de Filipe Luis que ha pasado a ser una novia a la que hemos perdonado una infidelidad pero nos es imposible dejar de quererla. Y de mirarla de reojo.
En la segunda parte el Atlético de Madrid entregó también el balón y nos auguró 45 minutos de conversación con los de al lado. Los de Paco Herrera fueron ganando terreno en campo rojiblanco de manera casi sutil. La mejor ocasión de los canarios, que celebraban ayer sus 66 años como club, la tuvo Simón tras un centro de Viera que se estrelló en el larguero e interrumpió nuestras charlas.
A partir de aquí comenzó el baile de cambios y estilos. Con Torres y Correa sobre el campo el Atlético de Madrid pintó diferente. El argentino es un motivo para que el Calderón sueñe y lo sabe. De esta manera dejó las mejores pinceladas de calidad de la tarde en regates sin balón, lucha, regates con el cuero, desmarque e intenciones que, agitado en coctelera, es la mejor carta de presentación posible para el Vicente Calderón.
Lejos de las fanfarrias, Las Palmas siguió avisando. Lo hizo primero por medio de Bigas pero el peligro real llegó en un córner cuando Aythami hizo revolverse de manera felina a Oblak que sacó una mano imposible en la cepa del poste que nos recordó que los atascos de Madrid son molestos. Y visibles.
En los últimos compases del encuentro y de nuevo a balón parado, el Atlético de Madrid rozó la sentencia. Lo hizo por medio de Koke tras un disparo directo sobre la meta de Raúl Lizoain que se estrelló en el larguero. Fue la mejor metáfora al partido del canterano rojiblanco que estuvo tremendamente voluntarioso pero que no acaba de encontrar su sitio.
Con el pitido final dio, esta vez sí, el comienzo a una nueva temporada. Sumando partido a partido y caminando al parking contándonos lo que hubo y lo que deseamos que venga. Llegamos al coche y al dejar la bufanda descubrimos que aun nos quedan maletas por deshacer. Y ante la inminencia de Sevilla y Barça, no debemos dejarlo para mañana.
Darío Novo