Una oportunidad histórica
A día de hoy, Andalucía es la comunidad autónoma con la mayor tasa de paro de España, cercana al 23%, que entre los jóvenes menores de 25 años supera el 46%.
Sigue ocupando uno de los primeros lugares en fracaso escolar y ha seguido empeorando, en 2017 era superior al 23%. La tasa de Abandono Educativo Temprano (AET), de jóvenes entre los 18 y los 24 años, es aún ligeramente superior.
Andalucía podría considerarse “en champions”, a la cabeza de la endémica corrupción nacional, teniendo en cuenta el volumen millonario de dinero público que presuntamente y durante demasiados años ha sido destinado por quienes tenían la capacidad de decidir en sus distintos órganos de gobierno, a fines de lo más variopinto, pago de ERES a personas que nunca habían trabajado en las empresas afectadas, cursos de formación que no se impartían…
Andan ambos asuntos en manos de los tribunales y su esclarecimiento y previsibles condenas, se harán públicos en breve; por “suerte” para el partido que gobierna esa comunidad, con posterioridad a las elecciones.
Hubo quienes “asaban vacas con billetes morados” y quienes los gastaban alegremente en marisco o prostitutas, sin que al parecer nadie se diera cuenta de nada.
Visto lo visto, nadie reparó en que sería más productivo dedicar esas sumas a crear empleo o reducir el clamoroso abandono de los estudios de sus jóvenes.
Es sabido que a la candidata del PSOE “le repugna la corrupción”, lo ha repetido varias veces y es lógico que así sea, ya que el “hedor” no se evapora de la noche a la mañana, es preciso abrir puertas y ventanas, sacudir las alfombras y en último término permitir que sean otros los que hagan una limpieza a fondo.
Hay quien piensa que la corrupción de derechas es más corrupción, huele peor, ensucia más y es imperdonable; son numerosos los medios que se desviven para reprochárselo y se hacen el “ciego-sordo-mudo” cuando es de la izquierda.
Pedro Sánchez utilizó el ariete de la anticorrupción para, con la ayuda de un puñado de “traidores”, desbancar al PP del gobierno de España, por lo que cualquiera podría pensar, y estaría en su perfecto derecho, que en Andalucía es imprescindible hacer lo mismo.
En el socialismo, por lo general, son más dados a repartir la riqueza que a fomentar su creación, a facilitar un trozo de pescado a los ciudadanos que a enseñarles a pescar. Lo primero es más cómodo para ambas partes y lo segundo requiere el esfuerzo de las dos y se va dejando para mejor ocasión.
La gente se acomoda si no le falta un subsidio y llega a sentirse en deuda, casi incondicionalmente, hacia quien le permite “sobrevivir”; los estómagos suelen ser por lo general agradecidos.
Con una un total superior a los 8,4 millones de habitantes es la comunidad más poblada de España y tradicionalmente ha sido considerada como el granero de votos del PSOE en las elecciones generales celebradas.
A las elecciones autonómicas del día 2 de diciembre están convocados más de 6,5 millones de andaluces y de todos ellos depende la posibilidad de perpetuar en el gobierno autonómico a los socialistas y facilitarles que puedan superar, salvando todas las distancias, el récord histórico del franquismo, cuatro décadas de gobierno, o poner punto final y optar por otras opciones de cambio, que las hay a su izquierda, a su derecha e incluso por el centro.
Asistimos estos días a la habitual ceremonia de las promesas de unos y otros, quince días en los que todos los partidos (en las de 2015 participaron 24 formaciones distintas), desgranarán lo mejor de sus repertorios, ensalzarán las virtudes de sus propios programas, tratarán de señalar los puntos débiles de sus rivales y no les dolerán prendas a la hora de airear los trapos sucios del contrario si eso hace que un puñado de votos cambie de destinatario.
Independientemente de los datos que acaba de cocinar el CIS del amigo Tezanos, el próximo día 2 de diciembre serán todos los andaluces con derecho a voto los que decidirán el futuro de su comunidad.
Que el Partido Socialista obtenga un buen resultado no sorprenderá ni a propios ni a extraños, ya que desde 1978 viene gobernando de manera ininterrumpida, unas veces con mayoría absoluta y en ocasiones con el apoyo de otros grupos.
El resultado saldrá de las urnas y no tendrá por qué hacerse extensivo al resto de España, ya que en las generales se valorarán otros factores y muy especialmente el “compadreo” con los separatistas y las insinuaciones de indulto para quienes pueden ser condenados por saltarse la legalidad.
Llega la hora de los andaluces y ellos, sólo ellos, tienen la oportunidad histórica de cambiar su futuro.