Si juegas puedes perder
Después de dos interminables años de pandemia, en los que, oficialmente, más de 327 millones de personas de todos los rincones del planeta se han contagiado y los muertos superan ya los 5,5 millones, es evidente que “esto” no es un juego.
No lo es por más que algunos, afortunadamente una minoría, poco significativa en España, sigan pensando en extrañas conspiraciones y extravagantes teorías sobre un virus que lleva más de setecientos días exterminando día a día a nuevas víctimas como el verdugo más implacable que se ha cruzado en nuestro camino en las últimas décadas.
Nadie debería poner en duda que la vacunación, sin ser la solución definitiva capaz de borrar al virus, ha conseguido levantar barricadas de urgencia que han frenado su libre y devastador avance, reduciendo en buena medida la gravedad de los contagios y disminuyendo el porcentaje de muertes.
No debería haber nadie tan ciego como para negar la evidencia y obcecarse en la convicción equivocada de que ese remedio puede ser más desfavorable que la propia enfermedad, pero los hay que en medio de este “fuego indiscriminado de ametralladoras”, persisten en la idea de avanzar a pecho descubierto, sin tomar tan elemental medida de protección y fiando su integridad y supervivencia a la suerte.
Sobran los ejemplos de personajes, algunos más pintorescos que otros, que se han alzado como “líderes” de los distintos movimientos anti vacunas en casi todos los rincones del planeta; algunos han cambiado de opinión cuando la enfermedad los ha alcanzado y los hay que hoy ya no pueden seguir sumando adeptos a la causa porque han perdido la vida sin entender que su negacionismo no era precisamente un chaleco salvavidas.
Las sucesivas olas del tempestuoso mar de la pandemia han castigado muy severamente la economía de la mayoría de los países, algo que siendo grave y preocupante, es secundario frente a tantas vidas y proyectos truncados.
Cuesta entender que, a pesar del catastrófico balance de la pandemia, algunos se sigan oponiendo a las vacunas, no ya individualmente, porque, siendo en la mayoría de los países una decisión personal y libre, sería algo admisible, sino porque algunos de ellos se han convertido, incluso sin pretenderlo, en la cara visible y el “ejemplo” a seguir de quienes tan irresponsablemente se niegan a protegerse.
En medio de la controversia mundial con las vacunas, los test y los pasaportes, el gobierno australiano se ha mantenido firme y ha impedido que el número uno del tenis mundial hiciera su propio “juego”, tratándole como a un ciudadano más y obligándole a regresar a su país.
Está demostrado que si juegas puedes perder y cuando lo que está en juego es la salud y la vida de la gente, no caben excepciones; hay que acatar las decisiones de quienes tienen la responsabilidad de velar por que se cumplan las normas encaminadas a minimizar cuanto sea posible la propagación de un virus que está decidido a no darnos tregua.
Y siempre apechugar con las decisiones tomadas.