Pintura roja
A estas alturas, cuando ya se cumplen 75 días de una guerra no declarada, que en realidad es sólo una premeditada y alevosa agresión a un país soberano, en base a falsas verdades y mentiras absolutas, de lo que no cabe duda es de que, enfermo o no, poseído por una locura incontrolada o una maldad incontenible, Vladímir Vladímirovich Putin se ha ganado, con contadas excepciones, el desprecio universal más absoluto.
Si en un principio, Putin quiso erigirse ante el mundo como el salvador de los habitantes pro rusos de las regiones de Donetsk y Lugansk, a las que pretendía “desnazificar”, liberándolas del “genocidio del gobierno de Ucrania”, con el paso de los días y tras las incontables atrocidades cometidas por su ejército, quedan pocas dudas de que el suyo era un plan premeditado de conquista, que no ha salido según lo previsto.
Hemos asistido con tanto asombro como indignación a un “espectáculo” cruel y sangriento, en el que no se han respetado hospitales, escuelas, orfanatos, viviendas, teatros, refugios de población civil desarmada…
Hemos visto ciudades destruidas por completo, pueblos arrasados y flagrantes violaciones de cuanto establecen las convenciones internacionales para la protección de los civiles y los bienes culturales y ni siquiera les ha importado poner en peligro algunas centrales nucleares.
Hoy, 9 de mayo, como cada año desde la derrota de la Alemania nazi, en ese día de 1945, habría sido un día de fiesta y celebración, no sólo para Rusia, sino para todos los ciudadanos del mundo que aquel día de hace ya 77 años, con la rendición alemana ante el ejército soviético, se libraron de la locura de aquel iluminado.
Rusia, que va camino de los tres meses masacrando a los ucranianos, celebra hoy “su” día de la Victoria, mostrando a los suyos y de paso al mundo entero, con un impresionante desfile militar, que son una nación poderosa, capaz de aplastar a quien sea, de “borrar” a Ucrania del mapa e incluso destruir a todos los países de la OTAN en media hora, como aseguró uno de los hombres más cercanos a Putin.
Los rusos, a quienes la paranoia de Putin ha privado de ver la auténtica realidad de la invasión, desconocen el alcance real de sus bajas, de los miles de jóvenes soldados muertos y de las importantísimas pérdidas de material militar.
El “nuevo iluminado” pretende hacer creer hoy a los suyos que toda la operación ha sido un ataque preventivo para anticiparse a la OTAN, ya que según él, la Alianza preparaba un ataque inminente para “castigar la región del Donbáss e invadir Crimea”.
Hoy mientras Putin contemplaba orgulloso a su ejército en la Plaza Roja, su embajador en Varsovia era “atacado” con pintura roja.
No, no era sangre, como esa sangre ucraniana que Rusia sigue haciendo correr en torrente, sin piedad ni descanso, sin razones ni justificación y saltándose a la torera la legalidad internacional.