La viga y la paja.
El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define “crispar”, entre otras, como irritar, exasperar.
Hay, especialmente entre dirigentes del partido del gobierno y de sus nuevos “mejores amigos” de Podemos, un desmesurado interés en propagar la idea de que los dos partidos constitucionalistas de centro derecha con representación parlamentaria, PP y C´S, crispan a la mayoría de la sociedad española con sus palabras, sus actos e incluso cuando ni hacen, ni dicen nada.
Nada más lejos de la realidad, pero los promotores parecen pretender, a fuerza de repetirlo, que una mentira evidente acabe convirtiéndose en una incuestionable verdad absoluta.
No resulta nada fácil convertir la peor agua en un vino tragable, pero no cesan en su empeño y un día sí y otro también siguen intentándolo, como si una gran parte de la sociedad española se acabara de caer de un guindo.
Sin ningún recato, Doña Adriana, ha llegado a señalar al PP y C´S, vinculando sus actos y declaraciones con el surrealista plan del “pistolero de Tarrasa” de cometer un “magnicidio”, acabando con su “exquisita precisión” con la vida del presidente del gobierno.
Por cierto, detenido en septiembre, se ha informado de su detención en el momento más “oportuno”, en la misma fecha en la que Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía, a la que “le repugna la corrupción”, comparecía en el Senado por los gravísimos asuntos relacionados con el uso del dinero público en su comunidad.
Crispar, bien que les pese, es haber pactado con el diablo en la moción de censura, con tal de llegar a un gobierno que no se había ganado en las urnas.
Es hacer cualquier cosa con tal de mantenerse como inquilino del palacio de La Moncloa unos meses más, manteniendo un aparente “compadreo” con quienes el pasado año proclamaron una brevísima república y a día de hoy, descartados el PP y C´S, confían en Vds. para dar los pasos siguientes.
Es no convocar elecciones, pasándose la promesa de hacerlo por el forro de los… pantalones, incluso cuando los “amiguetes” del CIS, aún sin cocinarlos, presentan a los españoles encuestas de intención de voto que resultan descaradamente inverosímiles incluso para sus “nuevos mejores amigos”.
Es censurar que los partidos que defienden la integridad de España apoyen sin complejos a miembros de la Guardia Civil que fueron atacados y lo puedan hacer libremente, en cualquier rincón de España, sea Alsasua, Benidorm, Reus, Ciempozuelos o Coria del Río.
Es cambiar de criterio en la calificación de los presuntos delitos cometidos por los separatistas, sin dejar que sean los órganos judiciales, sin interferencias, los que juzguen en función de los hechos y condenen si corresponde en base a las leyes.
Crispar es insinuar un indulto a quienes promovieron un auténtico golpe al estado, antes de que se produzcan las condenas dejando en el ambiente la sensación de que un gesto futuro puede allanarles el presente y permitirles subsistir una temporadita.
Es asegurar que quien use una empresa patrimonial para pagar menos impuestos no tiene cabida en su equipo y mantener al ministro que lo hizo.
Es manifestar que “en Alemania dimiten por plagiar tesis” pero no aplicarse el cuento cuando la prensa “desmantela” un trabajo “cum laude”.
Es desmentir reiteradamente al tercer día lo que eran certezas absolutas y hacer de ello una cosa tan cotidiana como lo es que un autónomo reposte gasoil, “amenazándolo” hoy sí, mañana no, con subirle la cuota y “criminalizándolo” por utilizar un vehículo diésel…
Crispar es “resucitar” al dictador sin tener la seguridad de un destino, ni medir las consecuencias de su decisión, en una sociedad española, en la que muchos de los menores de 43 años lo han “conocido” ahora por Vds. y a una buena parte de los mayores se la “refanfinfla”.
Ajusten la mira que observa en los otros tan “preocupante” crispación y búsquenla entre sus “amistades”, en quienes, siendo sólo gobernantes de una comunidad autónoma de España, se saltaron la Constitución y podrían volver a hacerlo cualquier día de estos.
En esos que representando a lo sumo, a la mitad de los catalanes, han dividido a sus paisanos, priorizando la utopía republicana a sus necesidades más básicas.
No crispen a una gran parte de los españoles señalando a otros, porque resulta difícil que puedan ver la paja en el ojo de sus rivales políticos sin sacarse antes la enorme viga que entorpece los suyos.