Funambulismo

Habría que remontarse a los años 1844/1845 para establecer el inicio de la larga relación de España con el Sáhara, ya que fue en la Conferencia de Berlín, celebrada en esos años, cuando los países europeos se repartieron África y esa parte pasó a ser la “provincia” española número 53.

La ONU, en 1961, había creado el Comité Especial de Descolonización y en su lista figuraba el Sáhara Español.

En mayo de 1973 se constituye el Frente Polisario, como movimiento de liberación del pueblo saharaui; desde ese año y hasta 1986 cometieron cerca de 300 atentados terroristas contra ciudadanos españoles, trabajadores de las minas de fosfatos y pescadores.

En octubre de 1975, el Tribunal de La Haya dictaminó que el Sáhara no era “tierra de nadie”, ni debía pasar a estar bajo la soberanía de Marruecos, ni de Mauritania.

El 6 de noviembre de 1975, el rey Hassan II aprovechó la agonía de Franco para impulsar su histórica y “pacífica” Marcha Verde, desplazando a 350.000 civiles, entre los que había camuflados unos 25.000 militares, hasta el territorio saharaui provocando la huida de la población a Argelia.

El 26 de febrero de 1976, España abandonó definitivamente el Sáhara Occidental, presionada por la ONU que seguía exigiendo poner fin a la colonización y especialmente a las exigencias de Mauritania y Marruecos que seguían reclamando el territorio.

Al día siguiente el Frente Polisario proclamó la República Árabe Saharaui Democrática, que comenzó las hostilidades contra Mauritania y Marruecos, país este último con el que continúa, con el apoyo de Argelia, en conflicto desde entonces.

El 29 de abril de 1991, la Organización de Naciones Unidas, que ya había dictado varias resoluciones sobre una posible salida para el Sáhara, reconocía, en la número 690, el derecho del pueblo saharaui a la libre determinación, fijando un periodo de tiempo en el que el Sáhara Occidental tendría las opciones de independizarse o integrarse en Marruecos.   

Más de 4 décadas después y a pesar de 74 resoluciones de la ONU, no se ha producido un “desenlace” que deje satisfechas a todas las partes.

Por sorpresa, quién sabe si para desviar la atención de los españoles sobre otros delicados asuntos de plena actualidad, el Gobierno de España, en un intento que la mayoría considera torpe y atropellado, ha decidido apoyar que el Sáhara Occidental sea una autonomía bajo soberanía marroquí, con el compromiso de renunciar a reclamar Ceuta, Melilla y las Canarias.

Resulta grave que en esta decisión tan delicada no se haya llegado a un consenso, no ya con los partidos de la oposición, pero sí al menos con quienes ocupan las sillas “moradas” del Consejo de Ministros, contrarios a la decisión, y con aquellos grupos minoritarios que apoyaron la llegada de Sánchez a la Moncloa y permiten que no tenga que sacar precipitadamente su colchón.

Grave que los españoles nos hayamos enterado por boca de Marruecos al airear la carta que certifica su victoria, aunque la ONU haya recordado ya que “el conflicto tiene que resolverse con un compromiso pleno de las partes en litigio, según el proceso político facilitado por el organismo internacional”.

Preocupante que Argelia, nuestro principal suministrador de gas, sin relaciones diplomáticas con Marruecos desde el 24 de agosto de 2021, se haya enterado “por la prensa” y haya llamado a consultas a su embajador.

En el programa electoral del PSOE, por el que resultó el grupo más votado en las generales del 2019, prometían “respetar el principio de autodeterminación del pueblo saharaui”.

Pero, a estas alturas ya no sorprende a nadie que Sánchez haga lo contrario de aquello a lo que se había comprometido previamente, porque tristemente, en su no demasiada amplia trayectoria política, abundan los “bandazos”.

¿Será que entre sus numerosas “facetas” desconocíamos la de su asombrosa habilidad para el funambulismo?.