Diez años más tarde…
A estas alturas, nadie pone en duda que las concentraciones y acampadas que se produjeron en distintas ciudades de España, a raíz de la manifestación que distintos colectivos ciudadanos habían convocado el 15 de mayo de 2011, supusieron un antes y un después.
La indignación de mucha gente propició aquellas multitudinarias protestas pacíficas a las que otros muchos descontentos se unieron espontáneamente, en un intento de acabar con “lo establecido”.
El deseo de poner fin a la alternancia en el gobierno de PSOE y PP, al “excesivo poder” de las entidades bancarias y las grandes corporaciones, las “dudas razonables” en lo referente a la división de poderes, el deseo de “mejorar” el sistema democrático y especialmente las crecientes desigualdades sociales, fueron una semilla que germinó en esas concentraciones y ha influido en una buena medida en lo que ha sucedido desde aquellos días.
Algunos “visionarios” aprovecharon toda aquella “indignación” para acercar a su sardina las ascuas de aquel desbordante descontento social de una buena parte de la sociedad española y de aquella indignación, convenientemente “canalizada”, nacería en enero de 2014 Podemos, un nuevo partido político, situado, como solían repetir, a la izquierda de la izquierda tradicional, con el objetivo de cambiarlo todo y una obsesión marcada: acabar con la “casta”.
Tres años más tarde, en las elecciones al Parlamento Europeo, el 26 de mayo de 2014, dieron la sorpresa con 1.214.156 votos, un 7,9% y 5 escaños; un serio aviso a los dos partidos mayoritarios que situaba en Europa a Pablo Iglesias, número uno de la candidatura y a Pablo Echenique, número cinco.
En aquella convocatoria, de los 54 escaños en disputa, el PP obtuvo 16, el PSOE 14, Izquierda plural 6, UPyD 4, C´S sólo 2 y VOX ninguno.
Los movimientos ciudadanos, continuaron explotando la indignación de la gente y muchos de ellos acabaron integrados en distintas formaciones políticas y en torno a otras agrupaciones, algunas en función de sus autonomías, más allá de Podemos, de sus círculos, de las mareas…
El fruto de aquellos días de indignación desbordada lo recogió Podemos en las siguientes convocatorias electorales, 42 escaños del Congreso en las del 28 de abril de 2019, que en la repetición del 10 de noviembre quedaron reducidos a los 35, pero que les permitirían formar el primer gobierno de coalición de la reciente historia democrática española.
La indignación de aquellos indignados no desapareció por arte de magia cuando los “suyos” asaltaron los cielos, lograron 5 carteras ministeriales y tuvieron la posibilidad de designar altos cargos, rodearse de asesores y elegir a sus más cercanos, familiares, amigos, compañeros de estudios, para puestos de confianza con elevados sueldos, coches oficiales, seguridad…
Ellos siguieron “acampados” en su falta de empleo, su precariedad, su falta de expectativas, viendo como un reducido grupo tocaba los cielos, cambiaba de barrio y se rodeaba de los mismos privilegios que echaban en cara a la casta.
Diez años más tarde, las plazas están vacías; para la inmensa mayoría de quienes creyeron que cabía la posibilidad de cambiarlo todo, casi nada ha cambiado; aquella “revolución” tejida a base de frases grandilocuentes, palabrería, demagogia, intereses personales, grandes esperanzas y sueños no ha resultado ser lo que les prometieron; sus ilusiones se han visto defraudadas.
Que el “líder supremo” que tan hábilmente les ilusionó haciéndoles seguir la envolvente melodía de su “flauta”, se haya cortado la coleta, como lo haría un torero cansado de éxitos en su retirada, no es el final que esperaban.
Quienes creyeron que “se podía”, saben hoy con certeza, que tan sólo un puñado de privilegiados “pudieron” hacer real su sueño, que ellos fueron únicamente los cooperadores necesarios para el éxito de la nueva casta.