De Málaga a Malagón
Es una sensación generalizada que fue la ambición personal de Pedro Sánchez, espoleada por alguno de sus más avispados asesores y jaleada desde las sucesivas y cada vez más optimistas encuestas de su “colega” del CIS, lo que realmente nos condujo a las elecciones de ayer.
Como en el mítico cuento de la lechera, alguien debió pensar que la vuelta a las urnas les proporcionaría muchos más escaños; eso les daría la posibilidad de rechazar algunas de las pretensiones de sus “socios prioritarios”, les liberaría de ataduras separatistas y en último término les facilitaría una plácida investidura, “doctorando” con todos los honores a quien ya ha fracasado en cuatro intentos.
Se rompió el cántaro cuando las urnas comenzaron a abrirse y los españoles comprobamos que únicamente dos partidos cosechaban una mejora significativa y no eran precisamente los que podían hacer presidente a Sánchez.
Resultaría casi anecdótica la pérdida de tres escaños del PSOE si no fuera porque sus “colegas” de la izquierda han perdido siete y la aventura de Errejón sólo consigue dos, en Madrid, para unirlos al de Compromís, lo que deja un poco peor parado a un hipotético gobierno “progresista” de coalición ¿a tres?.
Hoy, el gran derrotado de la jornada electoral de ayer, Albert Rivera, ha presentado su dimisión como presidente de C´S, ha renunciado a su acta de diputado y ha anunciado que abandona la política, en un gesto que le honra, cargando sobre su espalda con la responsabilidad de su demostrada incoherencia en los últimos tiempos.
Hoy más de uno lamentará no haber llegado, tras las elecciones de abril, a un entendimiento PSOE-C´S, que con 180 diputados habría gozado no sólo de la mayoría absoluta sino que habría proporcionado la estabilidad y la moderación que España necesitaba entonces y es extremadamente urgente en el momento actual.
Sorprende el inmediato ofrecimiento de Pablo Iglesias, también perdedor ayer, al haber sufrido un descenso del 16,67% en su representación parlamentaria y más aún el de Íñigo Errejón con su pírrico, casi simbólico resultado.
Sorprende que ambos, con los datos aún calientes, se ofrecieran ya a Pedro Sánchez, tan abiertamente y sin ser conscientes de la manifiesta insuficiencia del “trío” para lograr la investidura sin otros apoyos, que más allá de los minoritarios sólo pueden llegar de los separatistas.
Otros apoyos que no les van a llegar desde PP y VOX, partidos que ayer obtuvieron los más destacados avances, con mejoras del 33,33% y del 116,67%, respectivamente y que pese al “éxito”, están destinados a ejercer la oposición.
Sobre el crecimiento espectacular del partido de Santiago Abascal, al que el empeño “demonizador” de la izquierda ha dado alas, convendría recordar que todos los votos, libre y democráticamente emitidos, por ciudadanos españoles de todo tipo, origen y condición, son iguales a los que han recibido el resto de partidos, incluidos los grupos de extrema izquierda, los proetarras y los separatistas.
De ninguna manera es admisible que se estigmatice no sólo ya al partido, sino a quienes han considerado que representan mejor sus intereses y les han dado 3.640.063 votos, más de un 15%.
Resulta, cuando menos patético que el “debutante” Errejón considere ese resultado fruto del “desgaste de la democracia”.
No traten de dar la vuelta a la realidad como si fuera una simple tortilla; los resultados son aún más inquietantes que los de abril y tienen un gran responsable, Pedro Sánchez, que pretendiendo salir reforzado se lleva una colleja.
Aducir, como ya “sugirió” en el debate, que por el bien de España, en una situación como la actual, habría que permitir la investidura y dejar gobernar al partido más votado, sin condiciones, no es razonable, menos aun cuando algunos ven sólo su interés personal.
¿Hemos avanzado, “doctor”?, ¿pretendía acabar con el bloqueo?, ¿cree que lo ha conseguido?.
La mayoría de españoles no están tan seguros, y se lo “agradecen”, estábamos en Málaga y usted nos ha llevado a Malagón.