Andalucía ha despertado
Todo tiene su fin y ayer, los andaluces optaron por cerrar el más largo capítulo de su historia, algo que para una buena parte de ellos duraba ya demasiado.
Nadie duda que urgía un cambio en una comunidad que continúa arrastrando la mayor tasa de paro del país, con elevado fracaso escolar y graves problemas en la sanidad y que en estos días juzga a quienes durante varias décadas han tenido responsabilidades de gobierno y no lo han hecho con la “honradez” que se les exigía.
Las urnas, que en definitiva reflejan los deseos de los electores, han pintado un nuevo panorama en cinco tonalidades, que sin ninguna duda propiciarán un cambio de rumbo tan esperado como ya inevitable.
De nada le sirve a Susana Díaz “presumir” de haber ganado las elecciones, cuando su victoria es manifiestamente inútil.
No le vale escudarse en la abultada abstención para justificarse como si todos los andaluces que ayer, libremente, decidieron no votar se hubieran guardado sus papeletas a favor del PSOE sin llegar a abrir el sobre o tirándolo directamente a la basura.
Su “derrota” es tanto personal como del líder de su partido, el doctor viajero que a día de hoy es presidente del gobierno de España por obra y gracia de las variopintas compañías que todos conocemos.
Resulta especialmente patética y claramente antidemocrática, la furiosa intervención postelectoral de Pablo Iglesias, que sin ningún recato, sin pararse a pensar qué ha hecho mal su propia coalición multicolor para perder escaños, responsabiliza a otros; su reacción más bien parece una rabieta infantil.
Llama a la movilización “a todos los trabajadores, estudiantes, asociaciones y colectivos progresistas del país para frenar el avance de la extrema derecha”, como si diera por hecho que entre los casi 400.000 andaluces que han decidido votar a VOX, no hubiera trabajadores, estudiantes y miembros de asociaciones y colectivos progresistas, máxime teniendo en cuenta que el voto es secreto.
Desde el primer momento, nada más conocerse los resultados, se aprecia un sobreesfuerzo dialéctico (¿coordinado?), tanto desde el PSOE como desde Unidos Podemos, en señalar al nuevo partido como una “asociación antidemocrática y anticonstitucional” que traerá las siete plagas al país.
A un paso se quedan de señalar al nuevo partido como candidato a la ilegalización, aunque por sus gestos no les falten ganas.
Resulta paradójico que ahora traten de agarrarse a un clavo ardiendo y “exijan” una especie de pacto de los partidos constitucionalistas contra VOX, los mismos que no hicieron ascos a nada para que Mariano Rajoy abandonara La Moncloa.
Sorprende que esta apreciación venga precisamente de quienes, uniendo a los herederos del terrorismo de ETA y a los partidos separatistas que no respetan ni la legalidad ni la Constitución española, auparon y mantienen en la presidencia del país a Pedro Sánchez.
Escuece la derrota de la izquierda, que no “anunciaban” las encuestas ni los datos del CIS y basta ver el rostro contrariado de Susana Díaz para comprender que Andalucía ha despertado.
Pese a quien pese, ha llegado el cambio, los andaluces con sus votos lo han decidido así; quieren que circule el aire que durante demasiado tiempo ha estado viciado, que se abran puertas y ventanas, que se vacíen cajones y se levanten las alfombras.
ANDALUCÍA hizo ayer borrón y cuenta nueva y hoy comienza una nueva etapa en su largo camino hacia el futuro, que desde ayer puede hacerlo circulando por la derecha.