Psicología positiva contra el coronavirus: Newton, Shakespeare, Munch.
Javier Tovar | OPINIÓN/PSICÓLOGO SERGIO GARCÍA
El psicólogo Sergio García traza un recorrido por la respuesta de la humanidad a otras grandes pandemias, a través de tres grandes personajes y creadores, el científico Isaac Newton, el escritor William Shakespeare y el pintor Edvard Munch, y reflexiona sobre los efectos del coronavirus
EPA/FRANKÂ RUMPENHORST
“Sí, aquel año me privaron de la primavera (por la cuarentena en el barco) y de muchas cosas más, pero yo había florecido igualmente. Me había llevado la primavera dentro de mí y nadie nunca más habría podido quitármela”
(Del Libro Rojo de Jung)
Nuestra generación no había sufrido una situación de estas características, nos pensábamos “invulnerables”, exentos de los sufrimientos de la “naturaleza”. Mas de tres mil millones de personas en el mundo están confinadas, el 40 % de la población mundial.
¿Qué podemos rescatar de las experiencias de otras epidemias para encontrarnos mejor, para darle un sentido a lo que está sucediendo? Salvando las distancias temporales si hubiese sido hace 20 años ¿se podrían haber dado las condiciones para el teletrabajo? ¿Se podían hacer videollamadas? ¿Había una oferta cultural tan elevada en internet? ¿Las redes sociales permitían el contacto diario o la información preventiva personalizada de mejoras de la higiene?
Si buscamos en la historia, vemos que las primeras referencias sobre el aislamiento a los enfermos para evitar contagios son en el Antiguo Testamento, y posteriormente, en los escritos de Hipócrates del siglo V a C.
Sin embargo, la plaga de Justiniano fue mortífera en el siglo VI dC con oleadas intermitentes hasta el siglo VIII en el imperio bizantino y un área comprendida entre Europa, Asia y África. Entonces se adoptaron medidas masivas de aislamiento donde se veían “brotes de racismo” porque se estigmatizaba y culpabilizaba al contagiado.
Luego una de las primeras lecciones que podemos aprender es que las situaciones críticas sacan lo mejor de nosotros como podemos comprobar en estos días con los lazos de solidaridad mundial emprendidos creciendo… sin embargo, el miedo también expande nuestros propios prejuicios y la búsqueda rápida de culpables descarga parte del malestar producido por la incertidumbre global en la cual vivimos.
La palabra “quarantena”, proviene del italiano, en el siglo XIV, en los años posteriores a la Peste Negra. En 1377, una colonia veneciana con un importante puerto comercial, hizo el primer sistema institucionalizado de cuarentena de la historia referente a los cuarenta días de espera obligando a los navíos y tripulantes como medida de prevención. Básicamente se intuía que existía un ciclo de menos de 40 días entre la infección y la muerte.
En el siglo XVII, varias pestes bubónicas azotaron Inglaterra por lo que el encierro fue obligado durante meses, los comercios, universidades, teatros quedaron cerrados. Hoy se conoce como la Gran Peste de Londres. Hacía 300 años, la peste negra había matado a 25 millones de personas en Europa y entonces, 100.000 personas morirían allí también. Sin embargo, dos jóvenes consiguieron hacer por la humanidad grandes logros. ¿Quiénes fueron?
Newton
Isaac Newton con 23 años estaba acabando sus estudios en el Trinity College de la Universidad de Cambridge, asustado decidió irse a 100 kilómetros de Londres a la casa campestre de la familia para seguir estudiando todas las materias que habían quedado inconclusas en su facultad.
Hoy sus biógrafos llaman a este periodo de su vida “el año de las maravillas” ya que avanzó en las ecuaciones matemáticas que posteriormente progresarían el cálculo.
Al mismo tiempo que escribió sus teorías sobre la óptica y el color debido a su curiosidad que sentía al ver los rayos del sol entrar por sus ventanas enclaustradas. Y la escena más popular de este científico sería en su jardín debajo de un manzano, cuando al caerle un fruto le permite comenzar a poner los principios de la teoría de la gravedad.
Shakespeare
Otro artista que aprovechará estos periodos de “retiro” será William Shakespeare, a pesar de que el teatro cerrase durante 78 meses entre 1603 y 1613, el escritor estaba en pleno proceso creativo y terminó tres de sus obras más célebres durante en la cuarentenas en 1606.
Estas obras fueron El rey Lear, Antonio y Cleopatra y Macbeth. Esta última obra teatral la ha cobrado mayor vigencia en nuestros días ya que su protagonista, Lady Macbeth, se lava las manos constantemente no por motivos higiénicos sino para limpiar simbólicamente su conciencia por colaborar en la muerte del Rey Duncan, al no poder mitigar el sentimiento de culpa oliendo la sangre aún después de 15 minutos de restregarlas.
Por esto se ha vuelto moda en Reino Unido ahora para completar la duración adecuada de nuestras manos repetir el soliloquio del autor más grande de su literatura: “Fuera, maldita mancha/ fuera digo/ la una, las dos/ es el momento de hacerlo./ El infierno es sombrío/ ¡Cómo, mi señor!/ ¿Un soldado y con miedo? / ¿Por qué temer que se conozca/ si nadie nos puede pedir cuentas? / Mas ¿quién iba a pensar/que el viejo/ tendría tanta sangre?”
Resiliencia
La pregunta que nos podemos hacer después de estos ejemplos es: ¿eran estos dos autores resilientes? ¿tenían capacidad de superar circunstancias traumáticas como la muerte de seres queridos, accidentes…?
Y la respuesta tiene muchos matices; en primer lugar, “superar” es un término que no describe bien el hecho de pasar por un proceso psicológico de estas características porque piensa al individuo como “completo” “binario” y las personas después de un “hecho dramático” consiguen integrar la experiencia y continuar con su vida, pero estamos a menudo en “continua superación” de las muertes de los seres queridos, accidentes…
Por otro lado, para que podamos ser resilientes la casa se nos tiene que haber derruido también a nosotros. Dos casas destruidas por un huracán, una persona llora y entra en depresión, mientras otra toma una pala y un pico comenzando a sacar escombros para la reconstrucción.
Adversidad
Eso sería en el origen del término la capacidad de adaptarnos a la adversidad. Para las personas que están viendo el tiempo del coronavirus no desde la primera línea de intervención sino desde un hogar confortable, no hay resiliencia.
Puede existir una buena actitud frente al malestar social producido, pero no es igual que el terremoto tire alguna teja de tu hogar, a que tengas que reconstruir la casa.
Y también esto permite desde el respeto, desdramatizar el hecho y poder pensarlo en modulación. Puesto que hay familias donde no hay nadie muerto por el virus ni han visto sus ahorros mermados, por lo que también hay que darles voz cuando se hace la lectura social de la pandemia.
Recuerdo que los datos actuales concluyen que de los contagiados, el 95 % pasará la infección sin ninguna complicación seria. No obstante, afectados como no afectados, resilientes como no resilientes, tienen que “elaborar” la nueva situación en la que estamos viviendo en la actualidad y al mismo tiempo, el regreso a una “nueva realidad”. Es decir, no volvemos a lo anterior, regresamos a una sociedad diferente para la que nos tenemos que preparar (enfrentarse a los miedos, distancia social, paro, personas en duelo…).
Munch
El último artista que os traigo es Edvard Munch y él podría denominarse “resiliente”. Durante la I Guerra Mundial hubo un virus llamado influenza A, del subtipo H1N1 que aún no se sabe su origen exacto pudiendo ser Francia, China o Estados Unido; sin embargo será mal apodada como “la gripe española”, ya que nuestro país al ser neutral durante la Gran Guerra podía hacer publicaciones periodísticas de la pandemia mientras que el resto de países estaban en censura.
El virus mataría a más de 40 millones de personas en todo el mundo. Y nuestro pintor noruego más famoso del siglo XX va a contraer la enfermedad a principios de 1919. Usando como terapia hacerse autorretratos con sus pinceles y utilizando gamas de colores diferentes para describir su nuevo estado físico y anímico. De tal manera que su fatigoso aspecto cadavérico rodeado de matices amarillos o naranjas desteñidos ilustran la batalla con la enfermedad y su sensación de aislamiento durante el confinamiento.
Su “Autorretrato con gripe española” le refleja ojeroso, atormentado y con falta de aire. Y también lo hace cuando queda curado en “Autorretrato después de la gripe española” ahora mostrándose como superviviente.
Nuevo en la actualidad, no para la historia de la humanidad
En resumen, esta situación de la Covid-19 y la restricción de movimiento es nueva para gran parte de la población, pero no para la historia de la humanidad.
Si aprendemos de experiencias anteriores, de los países que ya lo han podido paliar podremos salir antes de este estado de alarma personal que llevamos padeciendo durante casi dos meses.
Por otro lado, la posibilidad de movimiento físico no es libertad de pensamiento, ni libertad de creación. Antes de la pandemia podíamos vivir encerrados en una prisión que desconocíamos y quizás este tiempo de coronavirus ha venido a alterar ese espacio para zarandear nuestras zonas de confort y obligarnos a encontrar un nuevo sentido a la incertidumbre que nos espera.
Artículo original: https://www.efesalud.com/psicologia-positiva-contra-coronavirus/