Los Reyes Magos no han podido llegar a París
Hoy ha sido un día agotador, gris como de costumbre pero algo menos frío. Con el corazón encogido después del atentado de ayer me dirigí a mi liceo. Me preguntaba qué ambiente reinaría en el centro y cuál sería el espíritu de los alumnos tras las imágenes brutales que seguramente habrían visto en televisión.
Además, hoy era una jornada especial, esperada con ilusión. Hoy estaba prevista nuestra Fiesta de Reyes, organizada desde hace varios meses. Mal día para recibir a Sus Majestades en un París de luto.
La primera sorpresa de la mañana ha sido que un nuevo tiroteo por el sur de París tenía a una joven agente municipal entre la vida y la muerte. Horror. ¿Más aún? Estupefacción.
La segunda, el director nos anula por orden de las autoridades nuestra fiesta de Reyes. El plan vigipirate no permite actividades fuera del horario escolar. Nos anuncia, además, que el minuto de silencio decretado a las 12 se haría con toda solemnidad en el patio del liceo.
A mediodía en punto, bajo una lluvia suave, centenas de alumnos de todos los niveles han permanecido dignamente en silencio. Nadie ha abierto un paraguas, nadie se ha movido. Cuando el director ha marcado el final cada uno ha vuelto a su aula pacíficamente.
Por la tarde hemos vivido los momentos más difíciles con los alumnos pequeños. Algunos lloraban, varios de ellos tienen padres policías, uno decía «mi papá ha salido con un chaleco antibalas y una pistola, va a coger a los ladrones». Difícil explicar a un niño de siete años que algunos matan por matar pero no roban nada. Otra niña lloraba desesperadamente porque sus abuelitos vivían cerca de donde «habían disparado a toda esa gente que hace dibujos y podían haberlos matado».
Pero lo peor ha llegado cuando les he tenido que anunciar que no tendríamos la fiesta de Reyes. Estupefacción infantil.
«Pero, ¿no tendremos los regalitos y no vamos a cantarles los villancicos que hemos ensayado?, ¿pero por qué?» «Será porque tienen miedo de venir por si los matan a ellos». Lágrimas y más lágrimas. Los niños no entienden de plan vigipirate, ni de extremas alertas, esperaban hoy a sus Reyes que viajaban desde España.
Ha sido un día difícil. Algunos testimonios nos han conmocionado, como el del médico que entró minutos después de la carnicería, o el único periodista que sobrevivió escondido debajo de la mesa y ha contado en el orden certero en que iban liquidando a todos los miembros de la redacción, empezando por el director. Nos han mostrado donde han crecido los dos sospechosos, su barrio, sus vecinos, su mezquita. Hemos visto, además, los policías registrando casa por casa en Reims.
Hoy en París de nuevo otra persona inocente ha muerto asesinada con arma de guerra y unos niños se han quedado sin Reyes y con la incomprensión reflejada en sus ojos. ¿Qué nos espera mañana? El domingo hay una gran manifestación. Mi hijo, que esta mañana no se atrevía a ir a la universidad de Nanterre porque el nuevo ataque no era muy lejos, dice que irá conmigo.
Iremos porque todos somos Charlie y nadie va a cambiar nuestra vida.
Ana María Pulido Infante