Un guion del 31
Si los Monty Python dejaron un guion escrito debe parecerse mucho al del 31 de mayo de 2018 en España. Es, quizá, uno de esos días en los que uno se levanta como siendo español y acaba con la misma sensación del ‘no iba a salir y me lié’. No es menos cierto que llevamos cierto tiempo deseando de manera colectiva algo así: 24 horas de contradicciones, de actores de bajo presupuesto, de reproches tuiteros, de matemática parlamentaria, de razones de hoy.
En su ‘Guía xenófoba de España’, Drew Launay y Nick Lawson, aseguran que en nuestro país «existe un clamor por el cambio, pero la acción para que este se produzca se retrasa siempre para mañana». Así ha ido sucediendo con la unión de retales que ha dado a Sánchez el Gobierno del país. No ha sido una política de desgaste ni de unión contra la corrupción sino una oda a la pereza: esta misma suma que apartará a Rajoy de la Moncloa pudo darse cuando Iglesias, el Jack de Galapagar, tendió la mano a los socialistas pidiéndoles que evitaran, ay, el juego de piececitos con Ciudadanos.
Por entonces los nacionalistas no eran más que unos radicales que pretendían reventar España y hoy han evolucionado: son unos radicales que pretenden reventar España con más pasta todavía. En su intervención, Aitor Esteban aseguró con sorna que «vaya con la gran nación española» si esta dependía del PNV para llegar a acuerdos. Esteban resumió, de esta manera, la política de los últimos 40 años: la cesión de lo común so petición de unos pocos.
El portavoz, como todo aquel que tiene la sartén por el mango, miró por encima del resto de diputados, pactos y rumores. «No ha sido fácil decidir», aseguró. Y no es falso. En este terreno el PNV se mueve como pez en el agua, ¿para qué decidir si en 8 días podemos recibir concesiones de los que estaban y de los que estarán? La realpolitik.
Mariano dejó a su suerte a su partido y, lo peor, es que nadie le echó de menos. Lo que parecía inamovible por desgaste ha tenido su final del mismo modo: suele pasar con esas pilas que parecen no acabarse nunca, ni dar señal de ello y, el día menos pensado, adiós muy buenas. Los presidentes han ido pasando a la historia por algunos hitos, unos más decorosos y otros menos. Incluso, en España, sucede que un mismo presidente pase a la historia por hitos distintos según quién la cuente. Mariano ha preferido abonarse a pasar a la historia por ser el primer presidente destituído antes que ser el primer presidente que dimite por corrupción.
El guion ha ido escribiéndose solo a medida que se concatenaban las indecisiones y las especulaciones de dónde se encontraba a tal hora Rajoy. Un restaurante después, Pedro Sánchez se ha hecho cargo de las hojas escritas que llevan la firma de peligrosos aliados, hoy, ejemplares demócratas. Siendo claro lo que queda de Rajoy para la posteridad, vertientes incluídas, a Sánchez parece que se le empieza a hacer largo el mandato. Es, a su modo, otra forma de pasar a la historia: ser el primer expresidente en activo.