Editorial CN30: Un año en las instituciones.
El imparable paso del tiempo hace que comiencen los primeros análisis sobre el primer año después del cambio en las instituciones.
Parece que fue ayer y hace más de 365 de los plenos que otorgaron las alcaldías a muchos partidos que se presentaban a las elecciones municipales por vez primera, aupados con la fuerza del nacimiento de dos nuevos agentes como Podemos y Ciudadanos.
Y, claro, comienzan los primeros análisis. Como los vasos del optimismo, desde los gobiernos se balancea al medio lleno y desde las oposiciones al medio vacío. Lo que es innegable es que el panorama político ha cambiado y veremos hasta cuándo. Lo ha hecho en muchos de los casos con la rabia contenida de la venganza. Así hemos podido ver plenos broncos, que exceden en muchos de los casos de los límites de la educación para bochorno del respetable ahora que los plenos, en la mayoría de los casos, permite la opinión del pueblo a su conclusión.
Esto es parte también de la llamada ‘nueva política’ pero no solo eso. La llamada ‘vieja política’ ha entrado en ese juego por la puerta grande. En muchos de los casos porque les han apartado de sueldos que se creían vitalicio y en otros porque su posición de conocimiento sobre el funcionamiento institucional ha desesperado las formas y la lentitud de las mismas de los ‘gobiernos del cambio’.
Es, quizá, el principal de los problemas al que los vecinos y empresarios se han enfrentado a este primer año de legislatura de los cambios: la lentitud y el desconocimiento. Una lentitud de la que forman parte también los gobiernos salientes que en muchos casos no han facilitado el cambio.
Tema aparte es el desconocimiento plenamente regulado por la ley y por tanto en la ley marcado. Las obligaciones del político -y uno es político desde que presenta un programa- es conocer este funcionamiento y esto se viene obviando sistemáticamente. Por conocimiento o desconocimiento el caso es que, 365 días después y hablando con políticos de todas las siglas, todos se plantean que hubieran realizado un programa electoral diferente al presentado el pasado mayo.
Esto aclara que en la mayoría de las ocasiones los programas son papel mojado y no compromisos vinculantes. En ese sentido la vieja política tiene mucho de nueva y la nueva, de vieja.