El bar del pueblo
Poco o nada han cambiado las cosas a pesar de que los políticos se hayan estado llenando la boca, sobre todo en épocas electorales, con tomar medidas “urgentes” para paliar en lo posible el abandono creciente de lo que se ha dado en llamar la “España vaciada”.
Cientos de poblaciones de toda España han visto cómo, día a día, su censo ha ido disminuyendo sin pausa ante la falta de nacimientos y los fallecimientos de las personas que, sorprendentemente, en ellas han alcanzado edades muy avanzadas.
Cerraron hace tiempo las pequeñas tiendas y luego los bares; en esos pequeños pueblos nunca hubo bancos, ni siquiera cajas de ahorros; ahora los van eliminando incluso en las localidades más cercanas a las que siempre tuvieron que desplazarse, que cuentan con mayor número de habitantes.
Han quedado las iglesias, algunas de ellas auténticas joyas de los más variados estilos, como único punto de reunión de los vecinos, en el mejor de los casos para la misa del domingo, festivos muy señalados o las fiestas del patrón.
Con un poco de suerte, en algunos pueblos, permanecen abiertos los “teleclubs” creados en la década de los sesenta como punto de encuentro de los vecinos, donde poder ver la televisión, ya que era raro entonces tener una propia en las casas, para leer algún libro, tomar una cerveza, un vermú, charlar y principalmente jugar una partida de cartas, guiñote, julepe, tute, mus, cinquillo, siete y media, la brisca, el chinchón, el burro…
Con el paso del tiempo y por aquello de la “modernidad”, pasaron a denominarse Centro Social, aunque esencialmente siguieran siendo lo mismo.
El problema principal es que mantenerlo abierto todo el año como “negocio” para una población total que no alcanza un censo de cien habitantes puede resultar una auténtica heroicidad que raya la osadía.
Cuando alguien se atreve a ponerse al frente debe de ser consciente de que en el mejor de los casos le dará para sobrevivir, pero tendrá la honrosa satisfacción personal de estar prestando un inestimable servicio a sus vecinos.
Me cuento entre quienes con nuestra “marcha” hacia las ciudades (Madrid, Zaragoza, Barcelona, Valencia…) hemos contribuido a “vaciar” nuestros pueblos y entre quienes no “regresan” con la frecuencia que debería a mis raíces, a mi casa, mis calles, los caminos, los campos, los paisajes, la fuente, el castillo… y especialmente para poder saludar a quienes a pesar del olvido oficial, siguen sobreviviendo.
Hoy, tres de septiembre, CHUS FUENTES, la “heroína” de mi pueblo, obligada por motivos personales, pone punto final a sus más de dos años y medio de servicio al frente del bar del teleclub de Montuenga de Soria.
En ese tiempo he podido comprobar personalmente su esfuerzo, su absoluta dedicación, su trato agradable y eficaz, su afán por darlo todo, su alegría y su generosidad.
Sus imaginativas tapas no han tenido nada que envidiar a las de otros establecimientos que van de “modernos”, especialmente los domingos, cuando después de la misa de la una se producía la pequeña “avalancha”, hoy por última vez, de parroquianos decididos a compartir cervezas, vino o vermú.
Ha organizado fiestas y concursos con cualquier motivo para entretener a los vecinos y convertida en el alma de las celebraciones se ha metido a la gente en el bolsillo.
Su etapa quedará en el recuerdo de todos y quienes tengan el atrevimiento de ponerse al frente en el futuro deberán esforzarse mucho para llegar a su nivel.
¡Gracias, Chus! por todos tus sacrificios, el bar del pueblo y sobre todo los vecinos te van a echar mucho de menos.
¡Salud!