SIN ROMPER EL MITO
Empiezo estas primeras líneas queriendo compartir con vosotros un sentimiento que ha aflorado en mí de una manera mucho más fuerte, ahora que nunca antes.
Siempre me he sentido muy enraizada con mi ciudad, Madrid. Muy cómoda en mi municipio. Pero hoy todo cobra un sentido más profundo.
Porque sí, Madrid es una capital, que no será la que mayor número de monumentos espectaculares tenga por metro cuadrado. Ni la que cope sus cielos de cientos de altísimos edificios. Bien sabido por todos es que no tiene playa ni pequeños bosques en cada barrio…
Pero tiene más vida que ninguna. Tiene ese sol que alumbra de forma especial. Energizante durante todo el año, un cielo con nubes que parecen sacadas de un cuadro del mismísimo Goya. Tiene grandes y accesibles avenidas, su emblemática Gran Vía, testigo de tantas noches de fiesta, de paseos románticos, de manos que se buscan y entrelazan. De risas con amigas cargadas de bolsas de compras, noches de cine, teatro, carcajadas entre comediantes, tours con visitantes para los que una parada en el Museo de Jamón es clave.
¡¡¡Bares… de eso sí!!! A cada paso. Modernos espacios y tascas de toda la vida, donde entre cañas, vinos, tapas, refrescos y cafés, trabajas, pones al día o te das un respiro, empiezas la juerga o planeas un viaje. Tiene azoteas, originales terrazas desde las que ver atardecer y disfrutar de las estrellas.
Madrid tiene su Mercado de San Miguel, su Palacio de La Almudena, jardines que guían tu mirada a la Casa de Campo, pulmón de la ciudad. Madrid tiene Ópera, míticas diosas del fútbol entorno a las que se vive la fiebre deportiva. Tiene
museos con las colecciones más importantes de nuestra cultura, la Universidad más grande de España.
Madrid históricos estadios como el Santiago Bernabéu o el Vicente Calderón y estrechas calles. Ese equilibrio entre la zona empresarial, moderna, Nuevos Ministerios y Plza. de Azca, de edificios fríos donde los trajes son el outfit permanente con el barrio de huertas, la Latina, donde la naturalidad impera, es perfecto.
Porque pasear por el Retiro, correr, relajarse con un libro entre las manos, jugar con los niños y montar en barca es un verdadero placer. Donde besar bajo la sombra de un árbol o dar tus primeros pedales en bici son acontecimientos que nunca olvidarás.
Porque en Madrid hay estupendos hospitales, grandes profesionales, un transporte de lujo que en minutos te lleva de una punta a otra de la capital, aunque a veces no veamos nada de esto.
Y ese carácter chulo que nos caracteriza a los madrileños es el envoltorio de muchos soñadores, de gente humilde y trabajadora, inteligente y responsable. Es el envoltorio de quienes vemos la vida con ojos hambrientos. De quienes quieren sonreír a pesar de todo.
En Madrid cabemos todos, por solidarios y conscientes… en mis palabras hoy dejo a un lado lo negativo, lo malo, lo no tan bueno que lo hay. Pero como decía al principio, desde mi sierra querida, mirando por la ventana y viendo en el horizonte el monumental Monasterio de El Escorial y habiéndote añorado tanto no quiero empañarte Madrid con tus imperfecciones. ¿Sabes por qué? Porque hasta con ellas te quiero, porque hasta con ellas nadie nos negará que… de Madrid, al cielo.