Halloween se nos ha ido de las manos
El nombre de Halloween es en realidad una contracción de “All Hallows’ eve”, en español “víspera de todos los santos”, celebración de carácter internacional que tiene lugar en la mayoría de los países del mundo, bajo distintas denominaciones como “noche de brujas”, “víspera de difuntos”, víspera de todos los santos”, “noche de los muertos”, “noche de difuntos”… aunque tiene especial relevancia entre los anglosajones.
Según la Universidad de Oxford, los orígenes de lo que ahora conocemos como fiestas de Halloween, estarían en las celebraciones que hace 3.000 años llevaban a cabo los pueblos celtas de Europa con motivo del “samhain”, su año nuevo, que coincidiría con el actual 1 de noviembre.
Los romanos, en su extraordinaria expansión por Europa, no sólo levantaron grandes obras que aún perduran sino que hicieron suya la fiesta celta y la mezclaron con su “fiesta de la cosecha” que celebraban a finales de octubre.
Los cristianos, que ya celebraban fiestas de difuntos en distintas fechas del año, pasaron a tener, en el año 835, por decisión del Papa Gregorio IV, el 1 de noviembre como “día de Todos los Santos”.
Hay quienes sitúan en Cataluña el origen de Halloween, especialmente la costumbre de vaciar calabazas, que aseguran ya se hacía en Solsona y defienden que desde allí pudo pasar a Irlanda para acabar en los Estados Unidos.
Sin poner en duda el “arte cucurbitáceo catalán”, conviene recordar que también se ha pretendido situar, sin demasiada consistencia, en Cataluña el origen de Cervantes, Santa Teresa, Colón…
Lo cierto es que la mezcla de tradiciones a lo largo de la historia, desde las celebraciones paganas originales, con sacrificios de animales y hogueras, pasando por la fiesta religiosa cristiana posterior, ha desembocado en la actual, que poco o nada tiene que ver con aquello, más allá de los “disfraces”, al principio de pieles, que en su momento se utilizaban para confundir a los espíritus o para ir de casa en casa haciendo “gracias” a cambio de comida y bebida.
En la actualidad, las tradiciones tienen sus particularidades en los distintos lugares del mundo que celebran Halloween, pero coinciden en muchos aspectos como degustar dulces típicos de estas fechas, hacer bromas, incluso macabras, disfrazarse hasta conseguir el aspecto más terrorífico posible, decorar calabazas y colocar velas encendidas en su interior, decorar las casas de la forma más siniestra que se pueda y especialmente los niños recorrer las calles del vecindario llamando a cada puerta con el ya clásico “truco o trato” tratando de llenar sus bolsillos de golosinas.
Pero metidos en “jarana” creemos que nada ni nadie puede estropearnos la fiesta; somos incapaces de ver que la celebración de Halloween se nos ha ido de las manos.
Entre todos, organizadores y participantes, hemos creado el “monstruo” de las multitudinarias macro fiestas en las que el deseo general de diversión sana no siempre nos deja ver los riesgos.
Pensamos que no hay límites, ni nada que pueda detener nuestros deseos de disfrutar y la fiesta no siempre acaba felizmente; por desgracia, en ocasiones, como ha sucedido en estos días en la capital de Corea del Sur, se produce una terrible tragedia.
Una fiesta de todos los santos, de todos los difuntos, en la que los fallecidos de Seúl no imaginaban que tan lamentablemente se iban a convertir en los protagonistas involuntarios de la más trágica celebración festiva de Halloween.