Goetze para la eternindad
Alemania 1-0 Argentina
Son goles de guardar en la retina, de retener en la memoria. Minutos, esos, que son dignos de tatuaje o de contar a los nietos. Para nosotros fue el 116 y para Alemania será el 113. Para siempre. Una subida de Schurrle por la banda y un centro que controló Goetze con el pecho para pegarla con la zurda -su pierna menos buena- a la red. Es la foto que abrirá portadas, que quedará para la posteridad y que borda otra estrella.
Con ella Alemania alcanza la constelación. Los bávaros igualan en cuanto a astros se refiere a Italia y se quedan a sólo una de Brasil que mantiene las cinco. Un testigo cedido por España de los que duran cuatro años y conseguido también en un añadido. El testigo personal es el de Iniesta a Goetze como héroe, un cromo que vende dinero y que, a buen seguro, se dará cuenta de la importancia cuando regrese a Europa.
120 minutos
El partido fue un delicioso choque de estilos en los que incluso, llegaron a cambiarse los papeles. Argentina dominó en muchas fases del encuentro y dominó por encima de todo los espacios. Su presión obligaba a Alemania a renunciar a ese peculiar juego final por la sencilla razón de una barrera sanitaria colocada en el último cuarto de campo que se personificó en Mascherano.
Y si siempre nos acordaremos del gol de Goetze, los argentinos y él, siempre recordarán el fallo de Higuaín. Un mal despeje alemán que situó al delantero del Nápoles en una situación privilegiada para encarar la meta de Neuer. El ‘Pipa’ eligió disparar, como incrédulo de la ocasión que tenía en sus botas, de pasar a formar parte de la historia. El balón salió flojo y alejado del marco.
Apenas unos minutos después, volvería a ser el protagonista. Un centro de Lavezzi conseguiría contactar con él y batir al guardameta alemán. Después llegó un gesto de rabia, una celebración de confianza sin darse cuenta que el asistente había levantado la bandera, esa maldita bandera.
Alemania mientras tanto acusaba el esfuerzo del partido y del Mundial aunque dejaba asomar los detellos de calidad propios de una selección de tal calibre. Las embestidas llegaban, sobre todo por parte de Lahm. Cuando Argentina bajó un punto, Alemania resucitó para ser lo que es y en los cinco últimos minutos de la primera parte, el poste evitó el gol de Howedes tras el córner botado por Kroos.
Un partido que pintaba precioso y que fue desgastándose de modo erosionador según avanzaba la segunda parte y nos metíamos de lleno en la prórroga. Fue el propio Schurrle quien la pintaría de color según esta comenzaba con un disparo que tuvo que atajar Sergio Romero y que puso a latir los corazones, la pasión y el juego alemán que, salvo el agotamiento extremo mostrado por Hummels, estuvieron mejor que los argentinos.
El resto ya está contado, un gol que reescribe la historia, que envuelve todo, que nos arrebata la Copa del Mundo y que hace, sobre todo, justicia con la mejor selección de la competición y con un entrenador como Loew que mediante el talento de la paciencia y la laboriosidad, logra devolver a Alemania al cetro que le faltaba al país, que era el del fútbol. Ya se sabe que el fútbol es un deporte que juegan 11 contra 11 y siempre -o casi- ganan los alemanes.
Darío Novo / @darionovoweb