Paz y amor

Superados ya los dos meses desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania, prácticamente nadie duda que en las palabras de Putin, asegurando que su único empeño era “desnazificar Ucrania y liberar a su gente de los sufrimientos y el genocidio” , no había el menor rastro de verdad.

Sesenta largos días, con sus interminables noches, para todos los ciudadanos ucranianos que, avasallados por el aprendiz de Zar, han visto cómo sus pueblos y ciudades eran arrasados sin ninguna clemencia por las tropas invasoras.

El hallazgo de numerosas fosas comunes incrementa día a día el alto número de víctimas civiles cuyo saldo es hoy por hoy muy difícil de cuantificar.

Los daños en infraestructuras, instalaciones y edificios públicos son impresionantes; la destrucción de viviendas es apocalíptica; el desplazamiento desesperado de la población, hacia otras zonas más seguras del país, supera los siete millones.

Son ya más de cinco millones los que lo han abandonado, buscando en los países del entorno y en distintos destinos fuera de él, la forma más drástica de sobrevivir, dejándolo todo atrás.

En ambas opciones, quienes lo han hecho son mayoritariamente mujeres y niños; padres, maridos, hijos han permanecido para hacer frente a la locura del mandatario ruso y para demostrar al mundo que no están decididos a ponerle las cosas fáciles al invasor.

España, como no podía ser de otra manera, ha decidido situarse en el lado correcto de la historia, junto a Ucrania, poniendo en marcha una enorme movilización de solidaridad, tanto pública como privada, con quienes han optado por refugiarse en nuestro territorio.

Van camino de 75.000 los ucranianos que ya han obtenido sus permisos de residencia y de trabajo para sobrellevar de la mejor manera posible el éxodo al que los ha forzado la locura de Putin.

La OTAN, en la que Ucrania no está integrada, ni es factible que lo vaya a estar en el futuro, está atada de pies y manos al no poder participar militarmente para unir sus fuerzas al ejército ucraniano, algo que si hubiera sucedido habría desencadenado ya una guerra mundial, pero no impide que sus miembros faciliten armamento y munición para evitar el “paseo triunfal” previsto por Rusia.

España, tras las dudas iniciales sobre si facilitar sólo “armas defensivas o de ataque” ha realizado ya varios envíos, el último y más importante de ellos tras la visita del propio Sánchez a los escenarios devastados.

Sorprende que la parte morada del Consejo de Ministros siga insistiendo en una vía diplomática que pare la guerra, se oponga a los envíos de armas, pida incluso una manifestación a los españoles para mostrar el rechazo a nuestras entregas de armamento y siga encomendándose a la “paloma de la paz” para detener el zarpazo ruso a un país soberano.

Habría sido interesante que Belarra, Montero, o incluso Echenique, todos ellos dotados por la naturaleza de una envidiable facilidad de palabra y un enorme poder de convicción, hubieran volado a Moscú para hacerle ver al “criminal de guerra” Vladímir Vladímirovich Putin, que no hay mejor arma que el diálogo y la diplomacia para solucionar “sus” problemas; aún están a tiempo de intentarlo.

Para rematar, la portavoz de Podemos acaba de proponer que la Cumbre de la OTAN en Madrid, prevista para el 29 de junio de este año, sea sustituida por una Cumbre por la Paz.

Las palomas blancas ya están preparadas para llevar su “PAZ Y A MOR”, en un mensaje grabado en oro sobre cinta violeta, a los distintos frentes de batalla; las tropas de Putin, que han asesinado cobardemente a ancianos, mujeres y niños, también están listas y seguro que no tendrán ningún reparo en abatir a tan pacíficas criaturas.