El funambulista
No hace tanto que dijo, con esa solemnidad estudiada con la que suele manifestarse, que “nadie está por encima de la Ley”, “esa sentencia se va a cumplir en su totalidad”.
Pero Sánchez, como pez con memoria como para pasar el día, nunca tarda demasiado en hacer o decir lo contrario de lo prometido; es un hecho que, por los méritos acumulados en su no demasiado larga trayectoria, podría pasar a la historia de España como el señor “Dondedije”·
Sus necesidades vitales de mantener el puesto, conseguido con, entre otros, el empujón de los separatistas, han hecho que haya pasado de proponer la eliminación de los indultos y hacer todo lo posible para que los condenados cumplieran íntegras sus penas, a tratar de convencer a los españoles de que es imprescindible concederlos y manifestar abiertamente su compromiso de modificar el Código Penal para rebajar el delito de sedición.
Rebajar las consecuencias penales para que en el caso muy probable de que vuelvan a las andadas, el “castigo” se limite a una reprimenda y una colleja.
Quien ya hace meses pedía “ser empáticos y sensibles con la ruptura emocional que la situación de los presos supone para una parte de la sociedad catalana”, ahora ha pasado decididamente a la acción.
No lo va a detener el varapalo del Tribunal Supremo, que en su extenso dictamen no vinculante rechaza por unanimidad conceder los indultos a los políticos separatistas catalanes, condenados por los delitos de sedición y malversación de fondos, y considera que “no existen motivos de justicia, equidad ni utilidad pública”, considera que no sólo no hay arrepentimiento, sino que algunos de ellos han manifestado públicamente su intención de reincidir en el delito.
Así las cosas y con las voces críticas de algunas destacadas “viejas glorias” del socialismo histórico español y de dos de sus barones más “atrevidos”, sin escuchar el absoluto rechazo de los partidos de la oposición, ni mucho menos al clamor de los ciudadanos, que de ser consultados manifestarían su mayoritaria oposición a un perdón inexplicable, Sánchez ha pasado a la acción.
Como si se hubiera distribuido un “argumentario” para hacer entender a la población las bondades de la concesión del indulto, son numerosas las manifestaciones verbales orientadas a mentalizarnos de que es vital hacerlo.
El equipo de asesores de frases se está ganando el sueldo; Sánchez dice que “la venganza no es un valor constitucional”, que “hay un tiempo para el castigo y un tiempo para la concordia”.
Calvo dice que “los indultos son para dar estabilidad al país y pasar página”; Campo, Ministro de Justicia, que “se vea el indulto con naturalidad”; Montero que “hay que superar fracturas”; Ábalos que “es el momento de la audacia y el valor”, y que “el estado puede demostrar su grandeza, aplicando la clemencia por el bien común y el interés general”; Illa que “hay que huir de planteamientos revanchistas”; Rodríguez Zapatero que “la democracia es generosidad” y hasta Redondo, la sombra del presidente decidida a tirarse por el barranco si es necesario, dice que “se necesita un liderazgo valiente para arreglar lo que ha pasado”.
Y mientras, la inmensa mayoría asistimos estupefactos a la escenificación de un perdón inmerecido e injusto, el gobierno sanchista, que depende de los partidos de los condenados para conservar el poder, hace todo lo necesario para lograrlo, aun teniendo la certeza de que volverán a intentarlo, que tratarán de saltarse otra vez la legalidad y la Constitución.
El funambulista ya está en el alambre y no parece que la rosa pueda ser suficiente para ayudarle a mantener el equilibrio.