Los antivacunas y el negacionismo, un apunte psicológico
El psicólogo Sergio García reflexiona en EFEsalud sobre los antivacunas y negacionistas en relación con la pandemia, próximo a cumplirse un año desde la irrupción en el mundo de la nueva enfermedad, COVID-19
La crisis sanitaria de la covid, sin precedentes en décadas, nos acerca a diferentes formas de afrontar la pandemia por parte de los ciudadanos.
Incluso una misma persona puede pasar por distintas etapas en medio de todo este proceso que nos ha cambiado la vida y el comportamiento.
El negacionismo COVID-19 consiste en oponerse a una realidad que no les agrada, negando la cifra de fallecidos, minimizando el problema socio/laboral, inventando teorías de conspiración y por supuesto, negándose a ponerse mascarillas o a cumplir las medidas de seguridad y por ende, negándose a recibir la vacuna.
Sin embargo, esta situación no es nueva. Frente al progreso o frente a una nueva realidad, nuestra psique necesita un proceso de adaptación para su reconocimiento y aceptación.
¿Quién de nosotros no pensó que no era para tanto esto del coronavirus a pesar de que parte de Italia estaba confinada? ¿No tendimos todos a pensar que era un asunto lejano y ajeno a la sociedad española?
Cada persona necesita un tiempo para que el mecanismo de defensa que se erige para conservar el estadío anterior, pueda albergar los nuevos datos y la nueva situación.
Expresado de otra manera, nuestra mente es conservadora y tiende a querer mantener “la zona de confort” previa. Por lo tanto, todos hemos pasado por grados de negacionismo y forma parte de la condición humana.
El movimiento de los antivacunas, negadores de los avances científicos, es antiguo y consustancial a la primera vacuna.
La historia nos aclara que cuando Edward Jenner produjo la primera vacuna de la viruela en 1798, extendida por América por los españoles Isabel Zendal y Francisco Javier Balmis, este hecho no fue bien acogido por la población.
Jenner fue vilipendiado por algunos sacerdotes anglicanos que consideraban que la vacuna era una intromisión en la obra de dios o porque se desconfiaba de los efectos secundarios o que contenía “restos de animales inferiores”.
Algunas obras artísticas reflejan el miedo social del momento, dibujando a la vacuna como una vaca que come niños o parodiando en un cuadro la figura de su inventor junto a vacunados con múltiples deformaciones, generalmente cabezas de vaca que les salen de sus cuerpos.
Otro apunte sociológico sería el nacimiento de la liga antivacunas de Leicester del siglo XIX y la viruela, donde el gobierno tuvo que poner como obligatoria la vacunación con multas económicas o de cárcel ya que los médicos de aquella localidad hicieron una gran oposición al descubrimiento y recomendaban exclusivamente el confinamiento.
Hubo más de 3.000 procesados por no vacunarse y 100.000 manifestantes en 1894 contra la vacunación reconduciendo al gobierno a quitar su obligatoriedad.
En 1950, Jonas Salk descubrió la vacuna contra la poliomielitis, una enfermedad que mataba a decenas de miles de niños.
Sin embargo, las primeras dosis tuvieron efectos adversos y la sociedad estadounidense la rechazó mayoritariamente hasta que el gobierno hizo un plan de divulgación exhaustivo y con figuras de autoridad que aliviasen los miedos de los padres hacia este nuevo antídoto.
Analizando este perfil con estudios recientes, se comprueba que los negacionistas son personas de clase media/alta con estudios intermedios y superiores, no siendo personas incultas con falta de información o falta de inteligencia. Si no personas que sostienen sus creencias pese a la lógica de los argumentos en contra, protegiendo así su identidad y su sistema cognitivo.
Para terminar, hay que hablar del rasgo de desconfianza que tiende a rozar en ocasiones lo paranoide.
Sin embargo, esta característica puede ser potenciada también por parte de algunos partidos políticos que quieren el poder, por parte de diferentes instituciones y que da lugar a exacerbar esta variable negacionista.
Se ha demostrado, según la Universidad de Gotemburgo en un estudio de Charron y Rodríguez Pose, que cuando el nivel de polarización es alto, el nivel de mortalidad es cinco veces mayor que en sociedades donde los objetivos están claros y grupos opositores o institucionales se dirigen hacia la misma meta: vencer al virus.
Debemos de exigir a nuestros líderes mediáticos, políticos, culturales un acto de responsabilidad, que será la mejor manera de no potenciar ni legitimar personas negacionistas o antivacunas.