El más lamentable de los lamentos
Cuentan que Margaret Thatcher, aquella “dama de hierro”, nada pusilánime, con ocasión de la muerte en prisión de un terrorista del IRA, fruto de una huelga de hambre que podría considerarse un suicidio, lejos de lamentarla, para granjearse simpatías ajenas, sentenció “Era un criminal convicto que eligió llevarse su propia vida. Una opción cuya organización no dejó tomar a sus víctimas».
En nuestro país, durante décadas, la banda terrorista ETA extorsionó y amenazó a empresarios, causó estragos por un valor incalculable, obligó a miles de vascos a huir de su propia tierra para tratar de conservar la vida, ocasionó centenares de heridos, algunos de los cuales arrastran secuelas de por vida y lo que es más doloroso, acabó, indiscriminadamente y sin piedad alguna, con 829 vidas de hombres, mujeres y niños.
No es necesario recordar que el hoy presidente el Gobierno de España logró su investidura por un estrecho margen de 167 a 165 y que en aquel triunfo resultó fundamental la abstención de los 5 diputados de EH Bildu, partido considerado “heredero” de la banda de asesinos.
¿Debemos entender que por aquel “detalle” de la investidura, el partido pro etarra se consideraba “acreedor” de Sánchez y ha estado esperando desde entonces un gesto de agradecimiento?.
No lo entiende nadie, posiblemente ni siquiera lo puedan entender los socialistas más curtidos que años atrás asistían con relativa frecuencia a los funerales de algunos destacados miembros de su partido asesinados por la banda terrorista.
No se entiende que, en una decisión personal o aconsejado por alguno de los asesores que “orientan” sus decisiones, el pasado día 9, en el pleno del Senado, Pedro Sánchez “lamentara profundamente” el suicidio de un etarra que había sido condenado a 20 años de cárcel por diversos delitos cometidos durante su pertenencia al comando “Donosti”, grupo que dicho sea de paso, secuestró y ejecutó a Miguel Ángel Blanco.
No, Sánchez no es Thatcher; su “lamento”, que Bildu ha elogiado como un “paso simbólico”, tiene toda la pinta de ser un pago, posiblemente haya otros, por aquellas abstenciones de enero.
El “pésame” por quien decidió quitarse la vida enfurece a miles de españoles, indigna a quienes más de cerca vivieron la pesadilla terrorista y resulta especialmente hiriente para las víctimas que milagrosamente sobrevivieron y para las familias de todos los asesinados.
El suyo, “doctor” pasará a la historia como el más lamentable de los lamentos.