La naranja nos exprime
España 1-5 Holanda
Cuando Robben controló el balón entre la excesiva distancia de Ramos y Piqué, algo se paró en el tiempo. Un recorte atrás y un disparo hicieron lo demás, En ese momento Robben vengaba su deuda histórica con la Selección Española y su deuda personal con Iker.
El quinto pedía algo más. Reclamaba una justicia histórica con Breda, casi una deuda histórica que jamás perdonaron los holandeses. Fue un final cruel y sin medida. Una manera de dañar al enemigo que nos recuerda que no todas las rendiciones son decorosas porque para que sean honrosas los enemigos tienen que luchar, que no fue el caso de España.
Y eso que el partido se puso de cara desde el minuto 25. Fue entonces cuando Xavi Hernández sacó magia de la chistera y vio a Diego Costa pendiente de la adelantada defensa holandesa. El metrónomo no falló y contactó con el hispano-brasileño que recortó hacia afuera para que de Vrij arrastrara su pierna, diera con sus huesos en el suelo y el árbitro pitara penalti. Xabi Alonso, segundo lanzador ante la ausencia de Villa, lanzó raso y envenenado. La música sonaba armoniosa.
El bajón de ritmo lo notamos todos y lo padeció España. Van Gaal puso una presión superior en la línea de salida y Blind y Janmaat pusieron las llegadas por banda de esas que estropean marcapasos.
En uno de esos centros, Danny Blind consiguió contactar con Van Persie. Piqué rompió el fuera de juego y a Sergio Ramos le robaron la cartera. El holandés puso la cabeza, Casillas la media salida y el balón se elevó por encima hasta traspasar la línea de gol. Era el minuto 43 de la primera, un momento de esos, se dice, que rompen partidos. Y vaya si lo hizo.
La segunda parte comenzó sin cambios en ninguno de los conjuntos. Empieza a ser esto ya un modus vivendi, el miedo de no cambiar antes del 60. Una manía respetuosa pero ausente de operativa real como quedó demostrado tras el gol de Robben que situaba el 1-2 con un aluvión de cambios que aportaron aire para Holanda y gas sarín para los nuestros.
En el minuto 64 una falta botada por Sneijder en banda izquierda de los atacantes acabaría con el tercero en contra para España. El balón cerrado iría a parar al segundo palo de manera literal donde se encontraba de Vrij que pudo desquitarse del penalti. En medio de esto Van Persie blocó a Casillas y hasta los marcadores del estadio lo vieron y lo repitieron. Aquí, algo más lento pudimos observar a Casillasrezar arameo y entre ello un clarísimo «me ha empujado él a mi».
España estaba herida de muerte. Casillas controló largo un pase atrás y a pesar de su arrancada, Van Persie le robó la cartera. Ese fue el 1-4 y lo peor de la historia, era ver los minutos que quedaban por delante, las ganas de herir de los holandeses y las caras de desesperación de los jugadores españoles como casi nunca.
El derroche físico de los holandeses se tornó en descomunal. El fútbol tomó entonces su mayor expresión de ser nada más que un estado de ánimo. Con el 1-4 a los campeones del Mundo, antiguos verdugos, las botas les pesaban como de hierro y los holandeses ,frescos, querían sangre.
Fernando Torres poco pudo hacer en la línea de ataque y a Pedro, sustituido en la marabunta de cambios ni se le vio. Fue sustituido por Xabi Alonso que formó el doble pivote previsto con Busquets que será, a buen seguro, el tema de conversación y análisis antes del partido de Chile.
Lo demás está contado y los cinco pudieron ser seis de no de no ser porque Casillas desvió un zurdazo que llevaba el nombre del hack-trick.
Sea como sea la hiriente derrota no quedará marcada en los libros de historia y quedará relegado a la mera estadística. Porque con el 1-5, Holanda sigue siendo aspirante, la selección española sigue siendo actual campeona y la llave que les dimos no abre Breda.
Darío Novo / @DarioNovoWeb