Turismo al borde del K.O.
Siendo la Covid-19 la responsable máxima de muchos de los males que hoy por hoy aquejan y paralizan numerosas actividades productivas de los más diversos sectores en todo el país, no podemos olvidar que una parte muy significativa de la responsabilidad corresponde a los políticos; eran ellos quienes tenían como misión primordial velar por nuestra salud, nuestra seguridad y nuestra economía.
Actuaron tarde y con dudas; no dieron al problema la importancia que tenía y a juicio de la mayoría de los expertos no hicieron bien su “trabajo”; era cuestión de tiempo que nos envolviera la primera ola de un tsunami del que estábamos advertidos.
Resultado: casi 45.000 muertos, que oficialmente han “reducido” a 28.617, la mayor parte personas mayores y un goteo diario y creciente producido por una segunda “ola” que algunos aún se resisten a admitir, cuyas dimensiones aumentan alarmantemente con el paso de los días.
Nos hemos convertido en el segundo país de Europa por tasa de contagios y eso no sólo nos ha traído restricciones para tratar de contener el avance del virus, sino que ha provocado la recomendación, cuando no la prohibición, de una interminable lista de países a sus ciudadanos de viajar a España y lógicamente la de que los españoles podamos viajar a sus territorios.
No es ningún secreto que España ha venido siendo en los últimos años el destino favorito para millones de ciudadanos extranjeros, que procedentes de todos los rincones del mundo deseaban conocer nuestro arte, cultura, tradiciones, gastronomía, nuestros pueblos y ciudades, nuestras playas…
El pasado año 2019 casi 84 millones de personas optaron por visitar nuestro país y se gastaron más de 92.000 millones de euros, lo que constituyó entonces un nuevo récord histórico.
Conviene recordar que el turismo constituye el pilar fundamental de nuestra economía; aporta un 14,6% al PIB y da empleo a casi 3 millones de personas.
Si bien los atractivos de otros destinos del mundo ya ponían en evidencia el estancamiento de nuestras cifras, lo que nadie podía prever y menos un comité de expertos “fantasma”, eran las consecuencias catastróficas que la pandemia acabaría provocando.
La incertidumbre sanitaria general no invita a viajar y el turismo interior resulta insuficiente para “compensar” mínimamente la falta de viajeros procedentes de otros países.
Sin medidas oficiales urgentes para paliar el desastre, parece difícil que a corto plazo pueda mejorar la situación del turismo y que al menos algunos aún puedan salvar la temporada; son numerosos los empresarios que ya se han rendido a las evidencias y quienes por valentía o temeridad permanecen al pie del cañón, ven cómo cada día que pasa, las circunstancias los ponen, para desgracia de nuestra economía, al borde del K.O.