Aprobar en septiembre
Haber ganado una “guerra” con 84 soldados resultó no ser ninguna garantía para poder hacerlo más fácilmente con 123 y lo sucedido en las dos votaciones de la investidura lo dejó meridianamente claro.
Alguna mente “privilegiada” del PSOE” aseguraba a mediados de junio que Sánchez no haría como Rajoy y que se presentaría a la investidura aún sin contar con los apoyos necesarios, asegurando que “los apoyos se decidirán en aquel momento”.
Pero visto lo visto, el candidato se lanzó a la piscina desde lo más alto del trampolín, confiando en la “científica” confianza de su escudero y quienes debían llenarla mientras caía, decidieron no hacerlo, con la honrosa excepción del incondicional y único apoyo del “muchacho” de Revilla que colaboró con un testimonial “litro” de agua.
Cuando la lógica parecía indicar que lograría la investidura, para un gobierno de “colaboración”, de izquierdas, con el visto bueno de la derecha nacionalista del PNV, todo se vino abajo, repartidas las culpas entre el egoísmo de quienes querían un gobierno monocolor y la ambición de quienes con 42 escaños aspiraban a un tercio de las carteras.
Tras el varapalo sufrido en el segundo intento de investidura, el candidato Sánchez tiene ante sí un largo camino para lograr que alguno de los partidos situados a su derecha tenga la deferencia de “regalarle” un puñado suficiente de abstenciones, que el más próximo, en el extremo de la izquierda, acceda a apoyarle para un gobierno “a la portuguesa” o que finalmente y a cambio de algún ministerio, ya sea el de Progresía y Virtuosismo o el de Asuntos Internos y Escraches, Unidas Podemos le diga “sí, quiero”.
Algunos, los más optimistas, aún creen que finalmente alguna de las carteras podría acabar en manos de algún miembro de la ya familia numerosa de los Iglesias-Montero y de ser inevitable esa “cesión”, se inclinan por pensar que sea para la señora, que en las fotos del Consejo de Ministros todo el mundo va muy elegante y no sería de recibo que se les colara alguien disfrazado de “jardinero”.
Mientras el candidato mantiene reuniones con asociaciones y colectivos y les pide que presionen para lograr apoyos, asegura que con los partidos negociará después del puente de agosto, algo que a Iglesias le parece “una irresponsabilidad” y al mismo tiempo miembros de su gobierno en funciones apelan a la economía para obtener el apoyo de PP y C´S.
Pero lo único cierto es que hoy por hoy, Sánchez sabe que cuenta con 147 votos en contra y nada hace pensar que el calor de agosto vaya a derretir los tres bloques de hielo que conforman esa cifra.
Poco cabe esperar de los dos partidos independentistas catalanes y menos cuanto más próximo está el “desenlace” del juicio a sus presos que, con previsibles sentencias condenatorias de al menos una década para algunos de ellos, puede ser un muro infranqueable para dar su apoyo a un gobierno que no puede comprometerse a indultarlos, pero no para abstenerse y facilitar la investidura como mal menor.
Si tendrá “lo que haga falta” de los “amiguetes” de EH Bildu, que acaban de facilitar un gobierno socialista en Navarra al mismo tiempo que por boca del ex etarra Otegi prometen 250 homenajes a otros tantos miembros de la banda si son excarcelados. Es loable el interés del Rey en “encontrar una solución antes de ir a elecciones” pero todas las opciones son aún posibles; tras suspender estrepitosamente en las primeras convocatorias, Sánchez tiene la oportunidad de “aprobar” en septiembre, pero que nadie se sorprenda demasiado si cuando pase este mes de calor asfixiante, hay quien se queda helado con una nueva llamada a las urnas.