Otro 8-M
Es sábado y todo es igual que ayer. Y que antes de ayer. La fecha simbólica del 8 de marzo cada vez toma más adeptos y eso es un triunfo. Y digo bien: adeptos. Somos nosotros quienes tenemos que aceptar la igualdad. Promulgarla es un fin social pero aplicarla es un bien común.
Es sábado y todo es igual. Porque hoy las reflexiones no existen y solo centramos el debate en el número de personas que había en Gran Vía. Vivimos tan deprisa que no tenemos tiempo para nada, salvo para hacer un par de chistes sobre el feminismo. El feminismo no es debate, es justicia.
Todo es igual. Porque ellas hoy tendrán que hacer el esfuerzo doble para progresar en la sociedad que han hecho siempre. Las madres, trabajarán y llegarán a casa y seguirán haciéndolo. Las hijas, estudiarán y tendrán que ser más responsables que sus hermanos por razón de género. Las abuelas, vivirán tan contentas por haber cuidado tan bien a sus maridos. Y a sus hijas y sus maridos. Y a sus nietas y sus novios. Y, por último, si queda tiempo, a ellas mismas.
Es sábado. Hoy el Twitter hablará de si Ana Rosa o Susana no pararon ayer. Cuestionarán sus decisiones una vez más no por periodistas, sino por mujeres. Arremeterán contra La Sexta por el amplio seguimiento de la huelga. De su huelga. Compararán a las que sí con las que no, de la COPE, de Telemadrid, de Canal Sur. Volverán a analizarlas y a pensar por ellas. Por las que decidieron hacer huelga y las que no.
Es 9 de marzo y nada es mejor. Ni peor. Ojalá el próximo 8 de marzo canalice las desigualdades reales y sean puestas de manifiesto. Ojalá se promuevan leyes que impidan superioridades. Ojalá regulemos en pro del empoderamiento de la mujer que sirva para que el 8 de marzo sea para vosotras cada uno de los 365 días que tenemos nosotros.
Ojalá nada sea igual el 9 de marzo de 2020. Salvo nosotros y ellas.