Lo que mal empieza…

Al final ni su propio “Manual de Resistencia”, ese al que le dieron forma literaria, ha impedido que tuviera que saltar en marcha, cuando apenas hace un mes, el 12 de enero en Barcelona y ante un público de simpatizantes enfervorizados, alardeaba de que la oposición debería “esperar sentada hasta 2020”.

Las circunstancias de su llegada al Palacio de La Moncloa, tras la moción de censura, de la mano de tan variopinto grupo de “amistades” no hacían presagiar que el recorrido pudiera ser excesivamente largo.

El reciente anuncio de elecciones generales para el próximo 28 de abril, no es, de ninguna forma un acto de generosidad del presidente, ni un sacrificio por el bien común de los españoles, sino una rendición en toda regla al asumir, ¡por fin! y tal y como él mismo había reprochado a Rajoy, en febrero del 2018, que “sin presupuestos no se puede gobernar”.

Responsabilizar a PP y C´S que no haya podido sacarlos adelante es un verdadero ejercicio de cinismo, teniendo en cuenta que lo que ambos partidos le han venido reclamando desde su investidura era cumplir su compromiso de “convocar elecciones cuanto antes”.

Prestarle el más mínimo apoyo, no presentar enmiendas a la totalidad o sencillamente abstenerse en la votación de devolución de los presupuestos llevaba aparejado “perpetuarlo” en un sillón que no ganó en las urnas.

Han sido algunos de sus propios “colegas” de moción los que lo han abandonado a su suerte; sí, concretamente esos que empeñados en conseguir a toda costa la independencia de “su” república, han vivido con el convencimiento de que con su presidencia era mucho más factible lograr avances para el separatismo, ese que estos días se juzga en el Supremo por haber tratado de saltarse la Constitución Española.

Tiene que doler que desde los partidos de la oposición se considere una traición a España el mero hecho de crear expectativas imposibles a quienes han dado demasiadas muestras de que no quieren diálogo, sólo quieren independencia; la propuesta del “relator” es a estas alturas casi algo anecdótico.

Tiene que doler, ¡cuánta ingratitud!, que sean los propios separatistas, por medio de Artadi, consejera de presidencia del gobierno autónomo catalán, quienes “descubran” ante la opinión pública que “se están diciendo cosas diferentes de las que se han hablado en reuniones en privado”.

Ha sido dejar de sentir el aliento de los separatistas y su castillo de naipes ha caído víctima de su propia inconsistencia; al parecer había confiado a sus ministros que “resistir hasta octubre es una tortura” y ha optado por ponerle fin al previsible sufrimiento y convocarnos a las urnas.

Carga en su mochila con las dos más sonoras derrotas del socialismo español, pero no desespera y jaleado por su círculo de incondicionales aún confía en romper esa racha el 28 de abril.

Ha tenido tiempo más que suficiente para aclarar algunos conceptos que siempre ha manejado con cierta confusión y es de suponer que a las puertas de una campaña que él ya comenzó en el momento mismo de la convocatoria, como aspirante a ganar la presidencia del gobierno de España, tenga inequívocamente claro que la nuestra, la de todos, es una única NACIÓN.

Sea cual sea el resultado y si el 28 de abril las urnas le dan la oportunidad de gobernarnos hombro con hombro con quienes lo han conducido a esta primera “muerte anunciada”, no le vendría mal recordar que casi siempre, lo que mal empieza, tiene grandes posibilidades de acabar mal.