Editorial Enero
No ha comenzado bien el año para la libertad. De nuevo la mano negra de los que se ocultan detrás del fanatismo religioso en nombre de quién sabe qué, ha vuelto a golpear a los que no piensan ni opinan como ellos y ha dejado un reguero de sangre y rabia…y ahora ¿qué?
Estrellan aviones contra edificios, hacen explotar trenes, masacran a niños en las escuelas, asesinan a periodistas en sus redacciones, ejecutan a policías en plena calle, cometen atentados en Asia, África, en Occidente.
No hay diálogo posible con estos asesinos que dicen actuar en el nombre de un inexistente ‘Estado islámico’, como mucho se le podría denominar ‘territorio islámico’ pero nunca Estado, ya que ello va intrínsecamente unido al respeto, la libertad, los derechos humanos y el orden.
El Yihadismo solo ve desde su desnortado punto de vista y no admite ningún otro tipo de libertad más que la que impone la sanguinaria justicia de La Sharia, su califato talibán que castiga a aquellos que no se someten a sus mandatos pero que de ninguna manera justifica el Islam.
Solo ISIS y sus asesinos encapuchados que odian la libertad, la cultura, el libre pensamiento, la elección de credo, la educación o el derecho a la vida, son capaces de justificar con el terrorismo sus ataques cobardes, inhumanos y bárbaros que no hacen más que sembrar el odio y la muerte.
Con su totalitaria doctrina Salafaista pretenden reislamizar el mundo occidental con el decálogo de las bombas y el idioma de sus AK 47, intentando derrocar a gobiernos musulmanes mas occidentalizados y moderados y someterles a su voluntad para expansionar su Shahada o inmolarse contra edificios o personas con absurdos atentados suicidas o secuestros de aviones y embajadas.
Las pretensiones de estos terroristas de derrotar los valores democráticos en Occidente no ha hecho más que forjar una unión mucho más fuerte en Europa para repeler frontalmente los ataques del auge islamista violento, pero sería inteligente que nos dejásemos de tanto buenismo, la falsa alianza de las civilizaciones y amalgama de culturas y se tomen decisiones antes de que sea más tarde.
Llamemos al pan pan y al vino vino.